PUJADA A LA FONT ROJA 2025

Tan solo siete días después de Confrides-Aitana, el dos de marzo tocaba ponerse de nuevo dorsal para afrontar la subida a la Font Roja. Circuito conocido, por haber participado en 2019, en una versión algo más larga por empezar desde el centro de Alcoy, y 2021, saliendo como en esta edición, desde el polideportivo, algo más arriba y con un kilometraje algo menor, sin llegar a los 9km.

Casi 400m de ascenso...

La lluvia no había dado descanso en toda la semana y mientras me dirigía a la capital de L'Alcoià con mi hermana y mi cuñado en coche, cada vez más inmersos en un gigante nubarrón gris y con el agua cayendo con más fuerza según nos acercábamos a nuestro destino, era fácil pensar en la cancelación de la prueba. Aparcados en el Polideportivo vimos que no éramos los únicos locos que se atrevían a salir bajo el aguacero a ver si se estaban repartiendo dorsales y la carrera seguía adelante, pues la cola de corredores con chubasqueros y paraguas esperando la bolsa del corredor y dorsal era la que se esperaría en un día cualquiera.



Los voluntarios hacían lo que podían para no mojarse y entregarnos cuanto antes la bolsa del corredor, aunque iban algo desbordados. Con paciencia, al fin, con todo recogido y la mochila con ropa sepa en el autobús guardarropa que subiría todo a la meta en el Santuario, tocaba volver al coche y prepararse bien para correr bajo la lluvia y el frío. Chubasquero, guantes, gorra para que la visera protegiera un poco los ojos de la lluvia y a la pista de atletismo a esperar la salida.

Justo en el momento en el que nos juntábamos en el pelotón tras el arco de meta la lluvia dejaba de caer y al darse el pistoletazo de salida, dando casi una vuelta completa a la pista, ya no había rastro de viento tampoco. Mientras salíamos del recinto deportivo me dije que podría aguantar a ritmo ligero hasta el km 3-4, hasta el avituallamiento, pues el ascenso hasta ese punto recordaba que no era muy duro.

Corrí sin dificultad el primer 1000 en unos cinco minutos, pero mis fuerzas y buenos propósitos duraron justo ese tiempo y distancia. De repente me encontraba muy cansado y pesado. Bajé el ritmo, pensando que era algo temporal, que en unos metros más de rodaje recuperaría sensaciones y aguantaría bien la subida, pero esta mejoría no llegaba. Me empezaban a adelantar muchos participantes, así que me concentré en disfrutar de las vistas, que con la niebla clavada al bosque del parque natural a la izquierda y la panorámica de Alcoy a la derecha convertían el recorrido en un circuito montañero espectacular.

De vez en cuando caía intermitentemente algo de lluvia fina, muy agradable, que refrescaba la cara y no era nada molesta, mientras yo seguía a lo mío, sobrevivir, algo que se convertía en mi único propósito esa mañana según avanzaban los kilómetros. ¿Cómo podía estar tan cansado y flojo?


Seguía perdiendo puestos y la cabeza pedía a gritos caminar y descansar, algo que me dije que no pensaba hacer hasta llegar a lo alto del circuito, la meta, la llegada al Santuario de La Font Roja. Solo aflojé para pararme a coger el agua del avituallamiento y beber con calma, mentalizándome para lo que había por delante. Si hasta ese punto había sufrido, lo que tenía por delante iba a ser mucho más duro. Recordaba de otras participaciones y de entrenar por allí, pero por fuera de la carretera yendo hacia la cima del Menejador, que el recorrido se volvía duro "de verdad" en esos últimos 3-4km

En los primeros kilómetros todavía encontrábamos algún tramo que daba descanso, rebajando la pendiente, pero desde el avituallamiento hasta el final el camino no daba respiro, menos todavía en las últimas zetas según llegaba el final del recorrido.



Iba cada vez más lento, y en las curvas del final, viendo cómo aquello ganaba altura en poquísimos metros, no sabía bien si mi lastimero trote se podría mejorar simplemente caminando rápido, pero no quería perder el gesto al menos ni dar una zancada andando, así que aguanté como pude, soportando unas sensaciones cada vez peores, aunque pensando siempre que como entrenamiento iba a estar más que bien, que estar allí era mejor que haberse echado atrás y haberme quedado en la cama esa mañana y que el paisaje y la lluvia nos estaban dejando un recorrido espectacular, que no parecía que estuviéramos corriendo en Alicante, entre tanta niebla, nube y bosque verde y húmedo.



Las últimas curvas antes de la meta fueron un infierno, con más pendiente que ningún otro punto del recorrido, y cuando vi el arco de meta no fui capaz de acelerar, pues aquello mantenía la cuesta arriba hasta el último centímetro del circuito. Ponía fin al sufrimiento después de 55', habiendo caído a la posición 130 entre 186 llegados a meta, 23 de 28 en mi categoría, sabiendo que si aquello se hubiera alargado 2-3km más todavía era fácil irme más atrás en la clasificación.

El avituallamiento final era muy bueno, pero apetecía cambiarse y entrar en calor así que no tardamos en coger los autobuses de  bajada donde tenían nuestra ropa, con un control algo caótico de los organizadores en este punto, y al coche mientras de bajada comentaba la carrera con un veterano participante de 70 años que me había sacado no-sé-cuántos minutos en la prueba y que me contaba cómo disfrutaba de una jubilación anticipada hacía muchos años viajando a todas las montañas de la península primero y de todos los continentes después. Una jubilación así querría yo, de viajes, montaña, y salud de hierro para disfrutarlas y poder competir tan bien como lo hacía ese señor.

Ya de vuelta, seco y al calor de la calefacción del coche, tocaba pensar en la siguiente, en dos semanas, la carrera del Reconco Trail de Biar y sus 22km, penúltima crónica pendiente que os debo, después de que mañana vaya al Cabeçó Trail de Aigües en su versión larga.

Nos leemos en breve y os cuento.



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