GRAN MARATÓN MONTAÑAS DE BENASQUE 2023

Cuando me propusieron correr el maratón de Benasque no tenía muy claro dónde iba a meterme. ¿Un maratón de montaña en el Pirineo? Sonaba duro, demasiado tal vez, pero solo necesité echar un vistazo a un vídeo ( ESTE ) que grabó un participante el año anterior para tener claro que yo iba estar allí en la siguiente edición.

Y así fue, que la tarde anterior a la gran cita, después de un palizón de viaje en coche desde Alicante con Rafa y Sera, que nos plantamos en Benasque el viernes a primera hora de la tarde. El tiempo de los últimos días y esa misma tarde hacía temer por una posible cancelación, con lluvias torrenciales que nosotros mismos sufrimos durante el viaje, pero en el último momento la previsión indicaba que la lluvia pararía antes de acabar la jornada y que volvería al día siguiente a mediodía. Nos libraríamos durante gran parte de la carrera, parecía.


Benasque desde un mirador camino de Cerler


Recogimos la bolsa del corredor con la camiseta rápidamente aprovechando un descanso que dio la lluvia, fuimos al apartamento de Cerler donde nos alojaríamos el viernes y el sábado y nos dimos una vuelta por Benasque antes de volver al apartamento después de cenar a preparar todo y a dormir lo que pudieran permitir los nervios previos a la carrera.

Solo con asomarme al balcón del apartamento ya se veía que el paisaje iba a ser espectacular. Con mi escasa acumulación de km de viaje en la mochila, sin haber visto montaña "de verdad" casi nunca, aquello me parecía impresionante, sin habernos metido en faena todavía. ¿Me sentía con fuerzas o confiado para el día siguiente? En absoluto. Algo me decía que llegaba peor preparado que para Costa Blanca Trails 46k 2022 o Confrides 2022, con menos km y desnivel acumulados. Tendría que ser muy conservador, sobre todo en la primera mitad del recorrido de la carrera, una prueba que pasaría de los 42km y los 2600m acumulados. La distribución del desnivel también me quitaba el sueño. Dos subidas, "nada más", pero de muchos km de longitud y cada una de ellas, al final, con 3 o 4km en los que subiríamos unos 800-900m.

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Bajadas muy largas también después, algo que podría pensarse que permitiría recuperar, pero que me hacía recordar la larguísima bajada de La Sagra, donde me quedé vació a mitad de carrera con solo 14km en las patas y con otros tantos por delante. Todo dudas e inseguridades, en resumen.

Y llegó la mañana del maratón. Nada más abrir los ojos fui al balcón a ver cómo amanecía Benasque, si las lluvias, viento o frío iban a unirse a la fiesta. Parecía, por suerte, que las previsiones meteorológicas acertaban. Tiempo perfecto para arrancar un maratón. Fresco, pero sin helar, sin viento, cielo despejado... Empezábamos bien la mañana.

Con todo el material obligatorio que exigía la carrera, aun teniendo una mochila más pequeña, decidí coger la más grande que tenía, aunque iría casi a la mitad de capacidad, para tener repuesto de ropa por si llovía a cántaros como parecía que pasaría a partir de las 14-15h, chubasquero, algo más abrigado...

En el control de material obligatorio solo buscaron, de todo lo que pedían, el chubasquero y que tuviéramos marcado con nuestro número de dorsal los envoltorios de barritas y geles, pero creo que fue un acierto cargar con lo que pidieron, aunque algún comentario de un par de corredores haciéndose los graciosos ("¿qué os vais, de acampada?") pudiera hacer que dudara de mi decisión de usar mochila grande, aunque nada cargada (INCISO: ¿Os conocíamos de algo, campeones? ¿Qué os importa lo que llevo o dejo de llevar? El cerebro creo que era material obligatorio también, miráoslo... )



La prueba arrancó puntual y aunque la tentación de correr fuerte estaba muy presente, entre tantos ánimos en el callejeo inicial, tal como vi en su día en el vídeo del año pasado, tenía claro que había que trotar con calma. Aquello era muy largo.

Sera nos acompañó es esos primeros km, pegados al río y subiendo muy suavemente hasta el camping Aneto, durante 3km. Nos adelantaba mucha gente, pero quisimos pensar que recuperaríamos posiciones después. No había que desgastarse demasiado pronto y, además, un ritmo más elevado tal vez haría que nos perdiéramos el espectáculo natural que era cada metro de la carrera. ¡Qué vistas, y ni siquiera habíamos empezado a meternos en la montaña!

Cruzábamos el puente romano del camping Aneto y ya cogíamos dirección valle de Estós, por pista amplia primero y, después, en un camino tan estrecho que obligó a ir en fila de uno sin posibilidad de ganar o perder posiciones durante muchos km en tramos con muchísima vegetación y zonas algo embarradas.




Estaba disfrutando el arranque del maratón, de las vistas y de las buenas sensaciones. No había que pensar, por el momento, en marcas de ningún tipo. Ir lento y en fila de uno no debía ser un problema todavía.

Allá por el km 8.5 el campo de visión se ampliaba saliendo de la zona boscosa, llegando al primer avituallamiento. Ahí sí, podía verse ya el que iba a ser el paisaje dominante de la prueba. Valles inmensos, verdes, húmedos, y montañas altísimas en todas direcciones, muchas de ellas todavía con nieve en la cumbre. También se veía, a lo lejos, collado Dalliu, el final del primer gran ascenso, todavía a 3km y más de 600m por encima de nosotros.

Se iniciaba la primera subida dura del maratón, pero entre las vistas, la frescura de piernas, la pisada comodísima en pasto blando o tierra con la humedad justa para amortiguar sin resbalar, tardamos mucho menos de lo que pensé en llegar a la que era para mí la primera meta volante, de dos (el segundo pico era la última y ya todo bajada, me repetía)

El premio al esfuerzo de aquel primer gran ascenso era disfrutar de las panorámicas que ofrecía aquello, a los pies de la tuca Dalliu. Guardé bastones (por cierto, uno de ellos no pude extenderlo por completo en ningún momento...), grabé vídeos, hice fotos y me lancé a por el descenso, esperando que no fuera muy técnico y que permitiera recuperar fuerzas.

Último esfuerzo antes de acabar la 1ª subida

Esto es lo que dejábamos atrás


Primer ascenso, superado.
Fotaza de Ana Tabuenca
@photosportmountain en Instagram

Por Literola nos encontramos todavía mucha nieve a la derecha del sendero, más de medio metro, pero el camino de bajada estaba limpio, aunque muy embarrado, haciendo la bajada lenta y provocando más de un tapón.

Rafa sorteó ágilmente uno de esos tapones sin que yo pudiera seguirlo a tiempo y lo perdí de vista muchos metros abajo, descendiendo con rapidez envidiable. Yo, una vez más, volvía a sufrir la carencia de habilidades destrepadoras y bajaba lentísimo, por mi torpeza y por la lentitud todavía mayor que la mía del grupo que tenía delante.

Costó mucho adelantar al grupo que me frenaba, y cuando lo conseguí me encontré prácticamente solo. ¿Tocaría afrontar el resto de la carrera en solitario? Solo las vistas, una vez más me consolaban. ¿Cómo podía haber algo tan bonito sin salir del país y que no lo conociera?

El descenso daba descanso cerca de la cabaña de Literola y volvía a bajar rápido por el barranco del mismo nombre, por un sendero estrecho que obligaba a que la pisada del pie derecho fuera algo incómoda para evitar caer. Por suerte, el tramo en esas condiciones era corto y el camino mejoraba después. Pude ver a Rafa de nuevo, no muy lejos, y cuando salimos a la carretera me puse a su altura y volvimos a correr a la par, mientras llegábamos a la zona de las gorgas de Alba, km 17 aprox., y su avituallamiento.


Repusimos líquido, comimos con calma (qué bien surtido estaba todo) y nos fuimos dejando caer durante 5km hasta el siguiente avituallamiento en Senarta, en el medio maratón. Cuando nos habíamos recuperado del impacto visual de una zona, el paisaje cambiaba y volvía a dejarnos boquiabiertos. No había cruzado tanto puente, río, valle en la vida y, tal vez, eso había hecho que no me diera cuenta hasta el momento de que, seguramente, estaba demasiado cansado.

El avituallamiento nos dejaba en el inicio de la segunda y última gran subida, la más dura, hacia Estibafreda, con un primer ascenso de unos 7.5km y 1000m acumulados y un apretón final de poco más de 3km y una subida de 700m. Antes de ese segundo tramo llegaríamos al refugio Coronas y su avituallamiento, siguiente objetivo a corto plazo que me puse mientras tiraba para arriba sin querer darle mucha importancia al hecho de que 1) estaba demasiado cansado para tan poca distancia (flojear en el 28 sería normal, pero en el medio maratón... mal asunto) y 2) íbamos a tardar en llegar a meta mucho más de lo que habría querido o previsto.

Los 3 primeros km por el barranco, siempre en dirección Vallibierna, hubo que tirar de palos y cuádriceps en terreno montañero, pero después teníamos 4.5km de pista cómoda y amplia, sin dificultad técnica y despejada, en los que en otro momento o en mejor forma podría haber alternado trote y caminata rápida. La realidad es que no podía más que caminar, y no tan rápido como habría querido, viendo el ritmo al que nos adelantaban otros participantes simplemente andando rápido. La primera crisis mental y física había llegado para quedarse y la negatividad fue calando en mi cabeza. "Qué lentitud, cuánto tiempo se está yendo aquí..." Rafa no parecía llevarlo mucho mejor que yo, así que no le di mucho la brasa y caminé como pude, charlando con él y con otros participantes, tratando de distraerme, de nuevo, con el impresionante paisaje, ahora dominado por un altísimo barranco que dejaba adivinar muchos metros abajo el paso de un río entre vegetación con muchos metros de altura.

El camino al siguiente avituallamiento se hizo eterno, animado puntualmente por el paso cerca de una pequeña cascada o el cruce con un gran número de vacas que taparon el recorrido durante muchos metros, aunque nos dejaban pasar pacíficamente cuando nos veían cerca.

Hasta las vacas subían a mejor ritmo que yo...

Ya en el refugio Coronas, repusimos calorías de nuevo, cargamos líquidos y, además, aproveché la presencia de una voluntaria con Réflex (gracias, María) que además de rociar mis cansados muslos con el spray aplicó un masaje después para que hiciera efecto, algo que todavía hoy no puedo dejar de agradecer.

Como esperábamos, la salida del barranco hacia la cima de Estibafreda añadía dureza y pendiente al recorrido, pero mentalmente, al menos yo, estaba algo recuperado. Cambiar el paso, subir una pendiente más dura, me daba algo de oxígeno a pesar de entrar en terreno más complicado. 

No se dio mal, el primer tramo de subida, apenas 1km y más de 300m de ascenso. Recuperábamos la subida por pasto blando, tierra mojada, vistas despejadas por todas partes... En un momento de la subida buscando a Rafa unos metros atrás fui consciente del espectáculo natural que teníamos a nuestra espalda, de nuevo rodeados de montañas, y me animé un poco más. No quedaba tanto. Km 34, cima, y todo bajada ya, me repetía.


Estaba concentrado en el ascenso, en recuperar tiempo perdido, en llegar a lo que yo creía que era el punto más alto... que no me di cuenta de que estaba equivocado. Lo que yo creía que era la cima, quedaba a la izquierda del punto real al que había que subir, como me hizo ver Rafa. No solo estaba mucho más alto y más lejos, si no que, además, dejaba ver 4 o 5 zetas que prometían ser un maldito infierno, antes de llegar a lo más alto.








Me hundí, de repente. Habría tal vez solo 2-3km por delante, pero parecían un mundo. El mal tiempo, por otra parte, como estaba previsto, llegaba. El cielo se cubría rápidamente de nubes y el frío volvía. Os juro que llegué a pensar que no llegaría a cima. Entendía qué podía haberle pasado a la vaca cuyo enorme esqueleto sin 1mm de carne ya habíamos visto km atrás. ¿Se quedaría sin fuerzas allí también y se dejó morir?

Subí, sin muchas fuerzas y menos ganas. La montaña casi me ganaba la batalla en aquel punto. La lluvia fina se volvía diluvio y tocaba coger rápidamente el chubasquero (qué gran compra, pensé, una membrana medio buena para aquel entorno) Rafa me adelantaba mientras yo me cambiaba, aguantando él todo el camino con un chaleco y capucha, sin parar a cambiarse. ¡Ostras, que encima igual me quedaba solo en aquel último repecho!

El terreno grisáceo-negruzco y las zetas que había visto a lo lejos eran tanto o más duros de lo que habría previsto. La pendiente se volvía imposible, las zapatillas se clavaban en terreno blando... ¿No iba a acabar nunca aquello?

Estibafreda, fin de la agonía.

El cresteo final llegó, y todavía saqué algo de fuerzas para ponerme al ritmo de Rafa y llegar con él a la cumbre. !Qué duro había sido! Apenas pude contener las lágrimas de alegría cuando por fin estaba en el punto más alto de la carrera, en medio de la lluvia a la que de golpe le acompañaba granizo, sintiendo la carrera casi hecha. ¿El tiempo acumulado? Demasiado, pensé. Además, con el terreno mojado y con lluvia la bajada prometía ser difícil, así que se iban a ir demasiados minutos también bajando, donde yo esperaba recuperar alguna posición. Había que resignarse y conformarse con llegar a meta.

Las vistas, con tanta nube y cielo gris, perdían un poco de potencia visual, pero no dejaban de ser espectaculares. Mirando a cualquier parte teníamos bien a la misma altura, bien por encima, montañas impresionantes, presididas por el Aneto. No pudimos quedarnos mucho tiempo parados, para no helarnos, y nos lanzamos cuesta abajo, notando en las piernas el tremendo esfuerzo acumulado en 34km.

No bajé mal, entre lluvia y granizo, pero lo hice, como comentaba, más lento de lo que habría querido. Tampoco quería dejar atrás a Rafa, que tenía las piernas amenazando rampas hacía rato y no bajaba ya con su ligereza habitual.



Nos plantamos en el avituallamiento de Ardones ya sin granizo. Mientras Rafa se cambiaba yo hacía uso otra vez del Réflex en todos los músculos de los muslos (¿cómo podía tener tan reventados los abductores?). Más bebida, algo de comida para el camino, y a seguir. Habiendo visto desde lo alto Cerler y Benasque y con el camino que habíamos recorrido hasta el momento, igual no perdíamos tanto tiempo, pensé.

Y me equivocaba, de nuevo. El terreno, cómodo y rápido de haber estado seco, se volvía resbaladizo en cuanto ganaba algo de pendiente. Las piernas no estaban para retener con seguridad y, de nuevo, Rafa sufría bajando y no pensaba abandonarlo a su suerte después de tantos km y entrenamientos juntos.

Llegando a Cerler y su avituallamiento hacíamos cálculos y confirmábamos que la prueba iba a estirarse hasta los 44-45km. No paramos mucho tiempo allí, sobrados de líquidos, bajo la lluvia, y pensando que el camino a Benasque ya era puro trámite, pero otra vez me equivocaba. 

El tramo que comunicaba Cerler y Benasque era estrecho, empinado, con rocas, y muy resbaladizo, con tanta agua cayendo y fluyendo en forma de riachuelo. Era fácil pisar sobre roca pulida y resbalar, así que tocaba, nuevamente, asumir la pérdida de minutos. De pensar en acabar en 8h como muchísimo, al empezar, tocaba afrontar la realidad y esperar no sobrepasar por demasiado tiempo las 9h.

Bajamos como pudimos por sendas cerradas, con repechos que terminaban de sumar el ascenso acumulado que anunciaba la carrera, 2600m, en los que era imposible correr ya por suave que fuera la subida. Sorprendentemente, sí que podía trotar en llano o cuesta abajo, a pesar del palizón de km, algo que me dio un poco de moral entre tanto pensamiento negativo relacionado con la marca, mi escasa habilidad descendedora o la idea de que la preparación había sido claramente insuficiente.

Sufriendo más o menos, comentando con Rafa lo eterna que estaba haciéndose la llegada a Benasque, salimos por fin del camino estrecho y embarrado y pisamos asfalto, terreno urbano, cerca del cementerio (muy apropiado, pensé)


Ya no pisaríamos más montaña, solo el asfalto de Benasque, callejeando un poco entre los ánimos de los espectadores, que eran más de los que habría esperado al haberse detenido la lluvia haría media hora ya.

Un giro, otro, la megafonía sonando cada vez más cerca, y allí estaba, al fin, la meta. Esperé a Rafa para ponerme a su paso y detuvimos el reloj en 9:01:54, con 45km en las piernas y un ascenso de más de 2600m acumulado, con una marca bastante más lenta de lo que habría imaginado nunca, aunque mejorando la de los 46km de Costa Blanca de 2022 (quien no se contenta es por que no quiere)¿Posiciones? En la cola, como era de esperar, 424 de 535 llegados a meta, 184 de 214 en mi grupo de edad.






Mi amigo Rafa ha hecho un resumen inicial de la carrera en apenas 5',
pero vale para hacerse una idea de cómo es esta prueba



En el avituallamiento final nos recibía Sera, que yendo tranquilo y sin forzar nos había sacado más de 1h. Allí, pincho de tortilla en mano, tirado en el césped, tocaba hacer análisis rápido de la carrera y tomar decisiones para el futuro, y a eso voy ahora, en el presente ya.

Como carrera, por recorrido y entorno, aquello había sido espectacular. Volvería mil veces. Correr entre tanta montaña de más de 2000 metros por todas partes, entre valles y ríos interminables, vegetación frondosa, pastos infinitos... ¿Cómo pude perderme aquello tantos años? Mención aparte para la organización, de categoría, y los voluntarios, que del 1 al 10 merecen un 20.

Terminar la prueba, poder con 45km me hace feliz, pero también, por el tiempo y rendimiento durante la competición, me deja algo frío. Seguramente faltó entrenamiento entre semana, meter más montaña y desnivel, acumular más km y no fue bueno fiarse únicamente de una salida larga semanal, por dura que fuera. No tiene explicación, si no, ese bajón de fuerzas con tan solo 20km en las piernas. El entrenamiento de fuerza en las patas tal vez tampoco fue el adecuado, aunque siento que he ganado una potencia y musculatura nunca vistas hasta ahora en mis ahora fatigadas patejas. La alimentación siempre es mejorable y llegar algo más fino habría sido también muy bueno, aunque en general creo que estoy en buenas condiciones físicas, pero tal vez insuficientes para acabar un maratón en 8h como mucho (a las pruebas me remito: Costa Blanca, Confrides, Benasque...)

Estoy contento (y mucho), eso sí, por cómo he gestionado mentalmente un esfuerzo tan largo y de tantos km. A pesar del sufrimiento, a pesar del tiempo elevado, en mi cabeza las 9h pasaron como si fueran 6 o 7. Podría haber estado incluso 1 o 2 más, estoy seguro. Por supuesto, el viaje con Sera y Rafa fue de puro disfrute y risas, para recordar toda la vida, como la propia carrera mano a mano con Rafa, un seguro siempre, para mí.

Antes de Benasque mi cabeza andaba dándole vueltas al salto a las ultras. Botamarges en octubre, Transilicitana en febrero 2024, pero creo que hay que tener los pies en la tierra y vivir sin prisas. Igual que el cuerpo y la cabeza me pidieron en su día el salto al maratón de asfalto o de montaña, creo que llegará el momento en que pase lo mismo para distancias superiores en Trail. No creo que sea buena idea saltar algo mayor si todavía no me defiendo (creo que no lo hago, al 100% de lo que puedo dar) en el maratón de montaña. Quedarme lejos de las 8h en maratón supondría tardar muchísimo más de lo que creo que debo en ultra distancia, y pienso que no hay necesidad de hacer sufrir tanto al cuerpo, así que los planes han cambiado a corto-medio plazo.

No habrá Botamarges en octubre (más de 60km) ni Transilicitana el año que viene. Esas pruebas seguirán ahí cuando decida afrontarlas si lo hago. En su lugar, creo que voy a disfrutar y aprender mucho más siguiendo el que va a ser mi planning si no cambia la cosa. En enero, si vuelve a salir en la misma fecha que este 2023, iría al maratón de Aitex Terra Trail, ahora Ultramediterrània, 44km uniendo Muro de Alcoy, Agres, Montcabrer, Cocentaina y Alcoy. En mayo, me tomaría la venganza del maratón de Confrides y en septiembre, si todo cuadra, iría a Valle de Tena, dándole un puntito más de dureza y km a la distancia.

Afianzarme en el maratón, sentirme seguro y contento en la distancia (al menos la parte mental la tengo, creo), ya me harán plantearme, si llega, algo más exigente pasado el verano que viene.

Por ahora, me felicito, a pesar de todo, por la experiencia y lo conseguido, y a por otra, sin olvidar como siempre la parte de agradecimientos a todos los que se interesan siempre por estas locuras y me echan un cable de alguna manera. Familia (siempre), mi querido Rafa, por aguantar tanto entrenamiento juntos y tanto lloriqueo por mi parte, Ramón por los consejos y ánimos antes y después (la parte del lloriqueo también la ha sufrido), Sera, que con su experiencia siempre me ve capaz de mucho más de lo que yo jamás me imaginaría y todos los que en algún momento os interesasteis por mis andanzas montañeras y me dedicasteis alguna palabra de ánimo o consejo: Gracias mil

Nos leemos pronto.




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