TRAIL INVERNAL CONFRIDES-AITANA 2025
El 23 de febrero tocaba pasar por segunda vez por el Trail de Confrides-Aitana, rebautizado como Trail Invernal (algunos lo llamaríamos "inFernal" después, medio en broma, medio en serio, como leeréis a continuación), después de mi primera visita al circuito en 2022.
Tenía muy buen recuerdo de la carrera, por paisaje y recorrido, y el clima parecía que iba a repetirse, como hacía dos años. Mañana gélida, temperaturas de apenas 4 grados al llegar a Confrides, niebla y, a diferencia de 2022, donde la lluvia respetó, el aguacero nocturno no parecía remitir mientras me dirigía a La Marina con el madrugón en el cuerpo necesario para llegar a tiempo a una salida a las 8:30 viviendo a 1h de allí.
Cuando balizaron el día estaba así de soleado y tranquilo. El día de la carrera, esta misma foto de la cima era muy distinta... |
Aparcando, la lluvia se volvía más fina y menos persistente, dándonos la falsa esperanza de dar respiro justo en el arranque. Salíamos puntuales desde la misma plaza de la que se inician las carreras que he conocido allí (la que sube a Aitana, la media y el maratón de Confrides...) y después de la típica vuelta por el pueblo nos dirigíamos hacia Aitana bajo un ambiente húmedo y agradable una vez entrabamos en calor.
El chubasquero me aislaba de la fina lluvia que a veces nos acompañaba, mientras cogíamos pista cómoda cuesta arriba donde se podía alternar fácilmente trote y caminata ligera. La espesa niebla impedía ver más allá de 100-200m a los lados del camino, haciendo el recorrido atractivo como pocos.
Me había tomado la carrera como entrenamiento y tirada larga, así que no iba demasiado fuerte subiendo. Aun así, no me costaba ir adelantando a algunos corredores, hasta que los tramos de pista embarrada me fueron frenando. Sabiendo que desharíamos camino por aquella zona, si subiendo ya me quedaba pegado al camino, de bajada seguramente tocaría ir lento y con cuidado.
El recorrido se volvía estrecho y obligaba a subir poco a poco en fila de uno, algo que agradecí, para bajar pulsaciones y tirar de bastones, con calma. Recordaba el circuito y sabía que hasta el km 5-6, en Font de Forata, la cosa no se ponía demasiado complicada. Avituallamiento rápido, para no quedarnos helados, y a seguir para arriba, aprovechando los largos tramos de pista amplia donde recordaba haber corrido cuesta arriba con comodidad hacía dos años, siendo imposible repetir el ascenso rápido este año como entonces por lo pegajoso del circuito, con mucho barro, y estar además muy lejos de aquel estado de forma de 2022.
Me había quedado en un grupo en el que íbamos más o menos al mismo paso y comentando el recorrido y anticipando entre bromas un descenso resbaladizo no costó llegar a un tramo del circuito que daba un breve respiro allá por el km 5 que sabía que debía aprovechar para recuperar y afrontar con garantías el resto del ascenso, mientras me pasaba como un rayo el colega montañero Masanet, que me contaba que llegaba muchos minutos tarde al inicio de la carrera pero rápidamente se ponía en la primera mitad de la carrera dejándome atrás sin dificultad.
Sabía que desde el km 6, punto en el que después empezaríamos a deshacer camino tras la bajada desde la cima, la subida se ponía complicada. A 1280m y teniendo que subir todavía hasta más de 1520. la cima de Aitana y punto más alto de la provincia, en poco más de 1km, la pendiente iba a ponerse difícil, como recordaba. Además, poco a poco, gradualmente, pero sin pausa, la temperatura había ido bajando y el fresco agradable y la humedad habían dado paso a un viento helado que cada vez soplaba más fuerte haciendo que la fina lluvia golpeara con fuerza en la cara y los ojos.
Me subí la capucha del chubasquero y fui subiendo cada vez más lento, mientras el camino se volvía cada vez más vertical y rocoso. El ruido del viento cada vez era más fuerte y casi no nos dejaba escucharnos entre corredores, que subíamos todo lo rápido que podíamos para no quedarnos helados.
Cuando llegamos al cresteo de la cima, por la base militar, ya en terreno abierto, la lluvia caía con fuerza y el vendaval impedía ver con claridad. Los militares soportaban estoicamente la vigilancia y nos guiaban hacia el avituallamiento, único punto medio resguardado de la cima, en una esquina entre dos paredes. Los fotógrafos de Acariciando La Luz aguantaban también el chaparrón, echando fotos en un plantón que todos los que pasamos por allí aplaudimos. Vaya paliza de frío y lluvia para que tuviéramos recuerdo gráfico de aquello.
Era tentador quedarse allí protegidos del viento, mientras reponíamos energía y líquido tras un durísimo ascenso, pero la sensación térmica era de temperatura negativa y cuando comprobé que tenía los cuádriceps totalmente insensibles, por el frío, con sensación de quemazón en la piel por la bajísima temperatura, tuve claro que debía salir de allí lo antes posible.
Arranqué dispuesto a dejar atrás el camino de la cima lo antes posible, pero el viento casi me tumbaba y reventaba contra los ojos y la piel de la cara una lluvia fina que se transformaba en una cascada de pequeñas y heladas agujas que me cegaban. El ruido del vendaval no ayudaba a mejorar la sensación de haber entrado en otra dimensión y, con todos los sentidos al 50% y una baliza rota por el aire me equivoqué, como ya hice en 2022, y entré en un recinto sin salida acompañado de otros corredores que también se equivocaron.
Lo que faltaba, pensé, dar vueltas innecesarias en aquellas condiciones. Localizamos el camino correcto y seguimos la carretera de asfalto cuesta abajo, saliendo de la base militar, pensando en bajar metros cuanto antes y subir temperatura, pero volvíamos a camino de montaña y el viento y la lluvia hacían imposible moverse con fluidez y obligaban a mirar muy bien las balizas para no perder el camino correcto.
Allá por el km 10 la bajada se volvía más pronunciada, girando poco a poco en sentido contrario y paralelo al camino de subida, por un camino cada vez más técnico en el que, a pesar de mis precauciones, no pude evitar tropezar y caer de culo, con suerte de no hacerme ni un rasguño en una zona donde era fácil una torcedura peligrosa y una larga caída resbalando.
Al fin, la bajada terminaba y hasta el km 12 el camino subía por pista cómoda y amplia, resguardada del viento y el temporal de lluvia de la cima. La paz mental que daba estar de nuevo en silencio, sin el viento dejándome sordo, sin la lluvia cegándome, hizo que subiera trotando casi todo el camino, ganando algunos puestos que había perdido por la cresta, donde otros corredores no tenían tanto problema como yo para moverse y orientarse.
Aunque muy embarrada, la pista permitía correr un poco y en el km 12.6 recordaba que todo lo que teníamos por delante era descenso ya hasta la meta. En 2022 allí mismo subí el ritmo y bajé muy rápido, pero en esta edición la pista estaba muy húmeda y resbaladiza y no me notaba seguro, así que bajé bastante lento hasta enlazar de nuevo con el mismo punto del camino de subida allá por el km 6, el 14.5 en la bajada, y me dejé caer como pude, en solitario, pensando que cerraba la carrera en el pelotón de los últimos 20-30 corredores, seguramente.
Como había anticipado mientras subía y me clavaba en el barro en muchas zonas del recorrido, aquello, bajando, tenía tramos donde mis pisadas resbalaban peligrosamente. Veía a lo lejos corredores que se movían sin dificultad, pero no me atrevía a subir el ritmo, después de un par de resbalones que casi me hacen caer.
Alcancé a un corredor de A tó Trapo y me quedé a su ritmo comentando la carrera, llegando a adelantarlo, pero cuando la bajada se volvió un poco técnica tuve que cederle paso a él y otros corredores más, perdiendo de nuevo posiciones.
De subida no lo había tenido en cuenta, pues un paso por un pequeño barranco permitió bajarlo sin problema y coger el camino ascendente después sin complicaciones, pero yendo de bajada y con la lluvia que había caído, sumándole la cantidad de corredores que ya habían pasado por allí, aquel paso resultó más complicado de lo esperado. Estaríamos por el km 18 aproximadamente y tras bajar a la pequeña zona embarrancada el ascenso era un camino de fango donde era imposible subir sin caer.
Los pies se clavaban hasta casi los tobillos, dar 4 pasos arriba implicaba resbalar y retroceder 3 abajo... Tuve que coger un camino fuera del recorrido, sin tanta pisada y con más vegetación compactando un poco la subida para conseguir salir de allí, con las manos y los guantes llenos de barro y las zapatillas pesando 1kg más cada una por llevar medio cenagal dentro.
Desde aquel punto, ya solo quedaba camino fácil y en bajada hasta pisar por fin asfalto. Recordaba la cuesta que en el Trail de Primavera nos llevaba a la meta, corta y con una pendiente de infarto, pero el Trail Invernal subía hasta la plaza por otra calle y el suave ascenso del final no resultó tan duro, permitiendo llegar a la meta y chocar la mano de Big Mike en 3:00:36 reales, 3:01:06 oficial, 159 de 271 en la general, 135 de 243 hombres y 49 de 86 en mi categoría.
No era un gran resultado, pero tampoco acaba tan atrás como había imaginado en algún tramo de la carrera. Además, me quedaba, sobre todo, con lo bien que había soportado el cuerpo los casi 21km y más de 1000m de ascenso, acabando muy entero, y lo rápido que se había pasado la carrera en mi cabeza, disfrutando del recorrido y las vistas (dame montaña lluviosa y niebla y yo, contento) y tratando de sobrevivir a los tramos con peor climatología sin pensar más que en llegar al siguiente punto medio cómodo del recorrido y más protegidos del viento. Con lo duro que había sido y qué bien lo había pasado.
Ánimos renovados para seguir entrenando y pensar en las siguientes carreras, la primera de ellas no muy lejos, solo siete días después, en la gran (y también pasada por agua) Pujada a la Font Roja, en Alcoi, cuya crónica espero que no tarde tanto como esta en publicarse.
Nos leemos en breve y os lo cuento.
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