AITEX TERRA TRAIL OPEN 2023

La semana pasada me fui a Alcoy para correr mi primera carrera de montaña del 2023, participando en la versión Open de los 21km y poco más de 1000m de desnivel acumulado del Aitex Terra Trail, una carrera que ha nacido este año y que durante todo el fin de semana organiza pruebas de varias distancias. No estaba en mis planes ponerme un dorsal montañero hasta febrero, hasta Moixent Trail, pero después de Costa Blanca Trails me llegó al correo un código de descuento de la organización para esta carrera y me lo pensé. Tardé demasiado en decidirme y cuando lo hice no había plazas y entré en lista de espera. Cuando ya no contaba con correr nada oficial hasta febrero recibí un mensaje de que tenía plaza si quería y decidí conocer la primera edición de la prueba.

Con poco entrenamiento de montaña desde el maratón de noviembre, alimentación más que cuestionable en las fiestas navideñas con su lógico reflejo en la báscula después y el terrible frío previsto, la cosa no pintaba bien en mi cabeza mucho antes de coger camino hacia tierras alcoyanas. Salir del coche y encontrarme a unos -3ºC tampoco ayudó a empezar la jornada confiado. Al menos, me dije, el día amanecía soleado y sin viento. A saber cómo sería aquello con algo de humedad, nubes o incluso lluvia. Recogí rápidamente el dorsal al mismo tiempo que los corredores que saldrían antes que nosotros esa mañana, en la carrera del mismo recorrido que formaba parte de la liga de montaña para federados. Al menos en mi carrera no habría tanta élite y tal vez no acabaría tan atrás en la clasificación como pensaba.

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Volví rápidamente al coche a refugiarme del frío y esperar la salida. Al estar en un polígono industrial imaginé que no habría cafeterías cerca y antes de salir de casa me preparé un termo de café y fruta para entrar en calor en Alcoy y echar calorías al cuerpo antes de arrancar, encerrado en el coche con calefacción y demorando al máximo el momento de cambiarme y dirigirme a la salida.

La experiencia helada en Tollos el año pasado, en el Trail Vall de Seta, también iniciado bajo cero, me permitió acertar con la ropa. Malla larga, gorro fino, guantes, térmica de manga larga bajo la camiseta del club, braga al cuello y ya estaba listo para no padecer por las temperaturas. Mi estado físico era otra historia bien distinta, pensaba. ¿Cómo podía ser buena idea que mi vuelta a las carreras de montaña después de dos meses de casi parón trailero fuera un medio maratón con al menos 1000m de desnivel positivo acumulado?



Ya en la zona de salida, en Batoi,  en el pelotón y al sol, no se sufría tanto el frío, aunque la carrera creo que arrancó algo más tarde de lo que anunciaban. Además, iniciábamos la prueba como nunca lo había hecho yo hasta entonces. Bajaríamos todos en grupo, durante casi 2km trotando cuesta abajo hacia el centro de Alcoy, sin competir, en salida neutralizada (así la llamaron) hasta la zona de la Politécnica. Allí, el acceso a una segunda salida estaba controlado por cuatro voluntarios, dos por entrada, que controlaban el material obligatorio de cada corredor (en mi prueba, la manta térmica).

Allí, por fin, sí que arrancaba la carrera, minutos después, casi a las 10 de la mañana, callejeando un poco el primer km por la Plaza Ramón y Cajal, hacia el Ayuntamiento y pasando el Viaducto de Canalejas hacia la montaña, en un tramo con un par de sube bajas, pero en tendencia general descendente. Se iniciaba entonces el ascenso más largo de la carrera, hasta la cima de lo que había leído que llamaban La Serreta, terreno completamente desconocido para mí. 6km por delante acumulando casi 700m de ascenso que, al menos en los primeros km, llevé bastante bien. Trotaba más de lo que había esperado, echaba mano a los bastones si la pendiente se complicaba un poco... incluso desprecié un avituallamiento que me pareció que aparecía en el circuito demasiado pronto. Me notaba fuerte, ganaba posiciones con facilidad y estaba disfrutando más de lo que esperaba de mi vuelta a la montaña.



Pensé que tenía bien grabado el perfil de la carrera en la cabeza y, concentrado en subir fuerte, disfrutando de las vistas a nuestra izquierda, con Alcoy y Cocentaina cada vez más abajo y el castillo contestano dominando el paisaje a lo lejos, pensé que cuando se iniciaba una bajada bastante pronunciada el ascenso había acabado. Bajé con mucho cuidado, siendo la primera parte técnica de un circuito que me sonaba que decían que solo tenía unos cuantos metros de cresteo algo complicados en la cima. Hasta el momento, todo era camino cómodo y alguien con fuerza en las patas y corazón y pulmones en condiciones seguro que sería capaz de correr sin parar. Ni rastro de tramos técnicos complicados. ¿Me había confundido revisando el perfil?¿Me fallaba la memoria?

Descubrí que la segunda opción era la correcta. La bajada nos dejaba en un tramo de pista/asfalto corto, cuesta abajo, y giraba a la derecha para seguir subiendo con más dureza desde aquel punto. La pendiente se volvía más y más empinada. El paisaje cambiaba, al ganar altura y tener más montaña y vegetación a la vista, pero las piernas protestaban como nunca. El cartel de desvío a "Poblado", en referencia a los restos del poblado ibero que encontraríamos por la cima, me hizo ver que me había confundido. Todavía tendríamos más de km y medio de subida con pendientes que en algún momento superarían el 30% holgadamente.

A pesar de lo que picaba el ascenso, lo estaba llevando mucho mejor de lo esperado. Si superaba sin vaciarme aquella larga subida (y si la memoria no volvía a fallarme) el resto del recorrido no tenía mucha complicación. Habría que ver cómo sería el cresteo que anunciaban como muy técnico, una vez llegados al punto más alto de la carrera, a más de 1000m de altura.



Cuando el perfil empezó a suavizarse, cerca de la cima, la parte más complicada de la prueba, en cuanto a dificultad técnica, aparecía bajo nuestros pies. El paisaje invitaba a pararse a disfrutar de las vistas, pero el terreno lleno de rocas pequeñas, salientes en los que una mala pisada podría hacer mucho daño en los tobillos, obligaba a tener los 5 sentidos dedicados a la carrera. El mal recuerdo de la dolorosa pisada en la primera cima de Confrides hizo que apenas corriera, vigilando mucho cada zancada. Por allí andaba Rafa Romero echando fotos en la cima, al que apenas pude saludar, pendiente de no dejarme las piernas en el camino. Superamos un par de hitos, algunas ruinas de alguna antigua edificación (no sé si ibera o simplemente refugio o casa de aperos), y aparecieron delante de nosotros un par de tramos en los que hubo que hacer uso de las cadenas y cuerdas que había para no sufrir una caída que habría sido peligrosa. No sé cuántas posiciones perdí en ese punto (muchas) dejando pasar a otros corredores, como también sucedió en la siguiente bajada técnica, pero mi miedo habitual en las bajadas o tramos técnicos podían más que el espíritu competitivo. Admiraba a los que pasaban por allí como el que va por la alfombra de su casa, a velocidades que yo veía peligrosísimas. Por suerte, el tramo más complicado era corto y no tardamos en coger una bajada sin dificultad en la que pude recuperar algo de tiempo, sintiendo de todas formas mi habitual lentitud descendedora.


Fuimos perdiendo altura cada vez con más comodidad hasta que el terreno se volvió pista fácil en la que se podía correr bien y después de pasar por debajo de la A7 por un túnel, iluminado perfectamente gracias a tiras de LED encendidas con un generador, apareció un avituallamiento allá por el km 10 cerca de El Molinar. Los voluntarios, como en cada uno de los cruces y resto de avituallamientos, nos atendían ejemplarmente y nos servían agua (como si estuviera sacada del congelador, del frío que hacía todavía), isotónico (no me la jugué con esto, con las malas experiencias sufridas tomando estas cosas sin conocerlas) y platos con frutos secos, fruta, dátiles...

Me tomé mi tiempo para recomponerme, hacer revisión rápida de sensaciones y estimación de energías (todo bien o muy bien, pensé) y a seguir. Como nos decían los voluntarios, lo peor ya estaba hecho y el resto de la carrera, en comparación a la primera mitad, no tenía gran dificultad. Arrancamos en suave subida hasta el km 13, pegados a la zona deportiva del polideportivo Francisco Laporta, cruzando la carretera que creo que nos llevaría hasta el Santuario de La Font Roja en el carrerón que se organiza allí, y durante 2.5 km seguimos bajando por un camino buenísimo hasta la zona de fon del Quinzet, con el espectacular Carrascal de la Font Roja a la izquierda siempre a la vista, pasando antes por uno de los túneles de la Vía Verde. Hice una pequeña parada técnica, pues la vejiga, con el frío, pedía alivio desde casi el inicio de la carrera, y retomé el camino a ritmo de carrera asfaltera rápida (tal vez demasiado) acompañado de un joven corredor con el que pude compartir varios metros arriba y abajo comentando sensaciones.


Nos quedaba, vimos, al menos 200m de subida para completar los 1000m acumulados y no faltaban muchos km para terminar, así que se adivinaba una hostia de desnivel interesante para rematar el circuito. No tardamos en empezar a sufrirla, primero suavemente por pista y, después, como nos hizo saber una corredora que conocía la zona, todavía tendríamos casi 2km de subida ganando algo más de 200m, con una pendiente máxima de un 30% según vi después en Google Earth, subiendo hasta Cases del Salt, casas que desde abajo parecían quedar muy lejos todavía. Tocaba armarse de paciencia y gestionar bien un último esfuerzo.

Me separé de mi joven acompañante subiendo rápido, motivado al ver que había ganado posiciones bajando en el terreno corrible y que todavía, aunque empezaba a notar el esfuerzo acumulado, sentía que había fuerzas para subir rápido. No había tocado apenas el agua que llevaba encima, en la recién estrenada mochila de Raidlight, la Responsiv 12l (todo un acierto de compra) y tampoco había necesitado mis geles ni la barrita que llevaba, gracias a los avituallamientos tan bien situados y bien provistos así que, con tan pocos km para terminar no vi necesario tocar nada de mis reservas, para asegurarme que el estómago no me la jugaba a última hora.

Llegué al final de la última subida con las piernas protestando como nunca, pero ya tenía la carrera en el bolsillo. Miré el reloj y vi que bajaba holgadamente de las 3h. No se estaba dando mal del todo, aunque era verdad que el muslo izquierdo, por detrás, se tensaba mucho y quién sabe si amenazaba rampa, pero ya daba igual, la carrera estaba casi hecha y había ido muy bien. Ya no dejaríamos el asfalto hasta la meta, primero en una bajada de km y medio hasta la las naves de Batoi, donde el chaval con el que había compartido los últimos km me pasó como un rayo, con más reservas de energías y fuerza que yo, y todavía tocaría subir un poco más al acabar, como me comentó otro corredor, pues, tal como habíamos visto en la salida y ya había olvidado, si la carrera se inició cuesta abajo y acababa en el mismo sitio... tocaba finalizar apretando dientes cuesta arriba. 







Un giro de 180º en la misma rotonda por la que habíamos pasado al salir y el arco de meta quedaba al fin a la vista. Menos de 300m sufriendo cuesta arriba una pendiente de apenas un 5% que se pegaba bien a las piernas a aquellas alturas de la carrera y en medio de una animación espectacular, con mucho público y el speaker comentando mi llegada, saludándome por mi nombre, paraba al fin el reloj oficial en 2:48:06, acabando 125 de 255 en la gral, 41 de 67 en mi categoría y 114 de 197 hombres. Pude ver que en el control intermedio estaba el 138 de la gral. y 43 de mi categoría, así que teniendo en cuenta la cantidad de puestos que perdí en el cresteo de la cima y el posterior descenso técnico, no solo había recuperado muchas posiciones después si no que terminaba mejor aún de lo que estaba en el km 10.

Había que felicitarse y estar contento con el resultado, teniendo en cuenta que era mi primera carrera de montaña del año y lo poco que había entrenado en los últimos dos meses. El avituallamiento final ayudaba a marcharse con buenas sensaciones, con comida y bebida para saciarse hasta reventar y una bolsa de corredor más que aceptable. Carrera para repetir, sin duda, que se hará grande con el tiempo, seguro, y quién sabe si me atreveré algún día a probar con su hermana mayor, la versión maratoniana (la versión de 100 millas ni me la planteo) y, en un futuro muy lejano, la modalidad de etapas, un retazo deportivo que me llamó mucho la atención: 14km con un km vertical el viernes, maratón el sábado y medio maratón el domingo. Reto desafiante y exigente, desde luego, pero que exige un nivel físico y mental al que no estoy y no sé si llegaré algún día.


Por ahora, pasito a pasito. La distancia de 42kmk en montaña todavía debe recorrerse varias veces para que en mi cabeza se vea factible correr algo más duro y de más kilometraje y no tengo ninguna prisa. Lo estoy disfrutando como hacía tiempo que no lo hacía y lo último que querría hacer sería quemarme, ahora que creo que empiezo a ganar fuerza y a afinar lentamente, pero sin pausa, gracias al control de comida (mucho por hacer todavía, porque las navidades han pesado) y las visitas regulares al gimnasio.

La próxima parada, a finales de febrero, en el Trail de Moixent, acompañado por Rafa y espero que, por fin, de vuelta, por Ale. Por el camino, a seguir vigilando la dieta y el ejercicio de fuerza y a darle mucho a la montaña, que el maratón de Benasque está lejos, pero el tiempo vuela y en nada estamos ahí.

Nos leemos en breve.

Cuidaos.



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