SAN SILVESTRE TOLEDANA 2022
Habiendo conocido Toledo el año anterior y teniéndolo relativamente cerca en Nochevieja, al pasar el fin de año con mi hermana y cuñado en Madrid, bastaron un par de buenas referencias sobre la San Silvestre Toledana para que nos decidiéramos a terminar el año deportivo con esa carrera. Casualmente, sin haberlo acordado ni haberlo hablado previamente, mi amigo Ramón también había elegido la carrera toledana para despedir el 2022 y allí nos juntamos, el pasado 31 de diciembre, los cuatro.
Haber llegado con mucho tiempo de antelación y haber acertado con el aparcamiento, cerquísima de la salida y meta, nos permitió reunirnos con tiempo de sobra para prepararnos, tomar un café que sumara algún grado al cuerpo en aquella fría tarde y llegar a los cajones de salida con calma y sin prisa. ¿Calentamiento? Escaso. Recordaba que el casco antiguo estaba plagado de cuestas y la carrera tenía fama de dura en aquel punto, pero hasta que no intentamos trotar por allí antes de salir no me di cuenta de lo realmente sufrida que iba a ser la tarde al pasar por allí. Menudas cuestas y qué fuera de forma me sentía.
Pepelu había elegido un cajón más rápido que el nuestro, acorde a su impresionante velocidad. El resto, nos situamos pegados a la Puerta de Bisagra, en la zona de la muralla desde la que saldríamos, por dentro, y después de un par de controles llegamos a la salida y arrancamos puntuales.
Aunque no me notaba ni de lejos cerca de un mínimo buen nivel de forma, me dejé llevar por la emoción de correr por una ciudad casi desconocida y por el ambiente festivo, entre luces navideñas, mucho corredor y también mucho público durante el primer km. Tal vez se me fue la mano, pues el primer mil, llano o en suave descenso, pasó a un ritmo muy cercano a 4'/km.
Tomábamos después una larga recta cerca de la zona deportiva y el Parque de las Tres Culturas y allí solté el acelerador un poco, pues tenía en mente todo el rato el perfil de la carrera y los km que pasarían por el casco antiguo, dentro de la muralla, sabía que iban a ser duros y había que reservar fuerzas. La pendiente de aquel segundo km ayudaba también a frenar un poco, al ser un falso llano en el que casi sin darnos cuenta ganábamos unos 10m de altura, así que el 2000 pasó a 4:30 y pico, todavía sin notarme demasiado cansado, pero sí algo desilusionado con el recorrido. Empezábamos a correr sin mucho público, por calles que no se diferenciaban mucho de ninguna ciudad de aquel tamaño y lejos del casco antiguo, la parte más atractiva, sin duda, de Toledo.
Después de un giro, casi sin tiempo para asimilarlo, la calle se llenó de público. La gente cerraba el camino a ambos lados, haciendo difícil correr casi sin tocarles. Aquello parecía una zona de bares y muchos grupos estaban a pie de carrera copa en mano animando. Ya fuera por esos ánimos o por las ganas de dejar atrás ese bullicio, aceleré y el tercer mil pitó en el Garmin en 4:15. ¿Demasiado rápido de nuevo?
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Tal vez me había equivocado o no recordaba tan bien como creía el perfil del circuito, pero sentí que la parte más dura del recorrido tardaba en llegar. Pasaron un par de km sin ningún encanto, solitarios, rectísimos y largos, a 4:35 de media. y no podía dejar de luchar para no desconcentrarme. Me habían hablado muy bien la carrera, y con más de 5km ya de los 8 y pico totales estaba algo decepcionado con el paisaje y recorrido. A lo lejos, empezaba a verse el casco antiguo iluminado en lo alto, pero seguíamos acercándonos y el perfil seguía siendo bastante llevadero. No era tan duro, por el momento, como lo pintaban, y ya solo había unos 2km y poco más por delante. Ojalá el paso por el interior de la zona amurallada compensara el resto del recorrido, pensé.
Me animaba adelantar sin pausa a todos los corredores que tenía delante. ¿Era yo muy rápido y me había puesto en un cajón muy lento en la salida, o la gente sigue apuntándose en cajones más rápidos de lo debido? Un poco de todo...un mucho de lo segundo. Acercándonos a la puerta de la muralla por la que entraríamos al casco antiguo un corredor me adelantó golpeándome, resoplando y yendo, en apariencia, forzadísimo. No hubo disculpa y casi estuve tentado de seguirle y devolverle el adelantamiento y otro golpe "accidental", pero me conformé con rebasarlo tranquilamente poco después.
El perfil, allá por el km 6, justo en la entrada a la zona amurallada, cambiaba bruscamente y, después de 1km de pendiente bastante llevadera cambiaba a una pendiente "de verdad", ya dentro del casco antiguo. La dureza del recorrido, por suerte, estaba al nivel de su belleza a partir de aquel punto. No eran pocos los que caminaban ya, pero yo pensé que en aquellas cuestas debía jugar a mi favor el entrenamiento montañero y que no iba a dar ni un solo paso caminando.
Lo conseguí, atravesando, sin duda, como prometían los que ya habían corrido aquello, la zona más bonita de la carrera, con luces en las calles que en algunos tramos hacían que pareciera que era de día otra vez, disfrutando del paisaje arquitectónico multicultural y , otra vez, con mucho público.
Creo que siendo la parte más dura también fue la que más disfruté, aunque sufrí muchísimo hasta llegar al primer y único mini descanso que daba el recorrido en aquella zona, pasado el Convento de Santa Úrsula. Allí tomábamos aire brevemente para seguir cuesta arriba camino al Ayuntamiento y su plaza y pasar por la Catedral, todo un espectáculo en cuanto a iluminación y animación, unidos al ya conocido valor histórico de aquello. Ciertamente, valía la pena correr por allí solo por el paso por el casco antiguo, aunque tal vez acortar el recorrido para no alejarnos tanto de allí o darle dos vueltas (sería durísimo, sí, pero también desafiante, pasar dos veces por esas cuestas) puede que hiciera la carrera más atractiva. Correr cerca de la zona amurallada, por fuera, tampoco sería mala idea, pues las vistas eran increíbles también. Con aquellos pensamientos en la cabeza llegaba al fin al punto más alto del recorrido y enfilábamos el último tramo de la carrera, un descenso muy inclinado en el que no pude acelerar tanto como quise por la irregularidad del terreno y por acusar más de lo que habría esperado el esfuerzo de las subidas anteriores.
Me dejé caer, lo más ligero que pude, hasta salir de nuevo por la misma puerta por la que habíamos buscado inicialmente nuestro cajón y salimos de la zona amurallada al asfalto. Apreté lo que pude y paré el reloj en 37:51, 585 de 2632 corredores, 134 de 260 en mi categoría, a una media de 4:30 y largos por km, nada mal para aquel recorrido y un estado de forma que hoy todavía veo lamentable, con los excesos navideños pesando y bien todavía en la tripa.
Reunión después con Ramón, hermana y cuñado y a casa volando, que el frío apretaba bien y teníamos por delante la cena de nochevieja los 4. Todavía habría que ver qué podían hacer mis patas en un 5k tan llano y rápido como el de San Fulgencio el siguiente fin de semana, algo que ya os contaré en la siguiente crónica, ya en el horno y con la que diría que ya pongo al día definitivamente el blog.
Nos leemos en breve.
Cuidaos.
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