TARAHUMARA TRAIL 2024

El pasado 10 de marzo tocó ponerse dorsal de nuevo, una semana después de Atzavares Trail. La carrera elegida ese fin de semana era Tarahumara Trail, en Fontanars dels Alforins, ciudad y competición totalmente desconocidos para mí, pero con referencias muy buenas siempre de mi amigo Rafa, que estuvo atento este año a la apertura de inscripciones para que no nos quedáramos sin dorsal. La anulación de la pasada edición por (creo) riesgo de incendios hacía que gran parte de las inscripciones ya estuvieran completas, por corresponder a muchos corredores que aplazaban la carrera anulada a la edición de este año. En cuestión de 3-4 horas, desde que abrieron el plazo de inscripción, ya tenían todos los dorsales vendidos. Algo bueno debía tener la carrera, pensé, para reunir a tanto participante entre las tres modalidades que había, senderismo, sprint Trail y, la mía, el Trail de 24km con unos 1000m de desnivel.

Me planté en Fontanars después de 1h de viaje en coche con Rafa y nada más salir del coche una hostia de frío en la cara me espabiló de golpe. No soplaba viento, por suerte, pero el frío no tenía nada que ver con la suave temperatura de la playa alicantina desde la que salíamos esa mañana a las 6:00AM.




Nos reunimos con Pili y Sera en la ya larga cola de recogida de bolsa del corredor y dorsal. Habíamos llegado con tiempo de sobra, pero no nos libramos de una espera que seguro sería más larga para los que se hubieran confiado y llegaran algo más tarde. Pocas mesas para atender a muchos participantes, entre las tres modalidades de la prueba. El café que esperábamos tomarnos en un bar haciendo tiempo hasta el inicio de la carrera tuvo que cancelarse, pues salimos con el tiempo justo para volver al coche y cambiarnos. Por suerte, la organización servía cafés y bizcocho cerca de la salida y pude entrar en calor antes de ir a por la ropa de carrera.

Ya en la salida hubo que esperar unos minutos, como habíamos imaginado, a que la recogida de dorsales terminara. El ambiente no tenía nada que ver con las pruebas del Circuito de Trail de La Marina en el que estoy participando. La amplia avenida desde la que arrancábamos estaba a rebosar de corredores, muchos más de los 150-200 que suelo encontrarme últimamente en las carreras a las que voy.


¿Cómo responderían las piernas? Me había encontrado muy bien en Orba la semana pasada, pero tal vez otra carrera el siguiente fin de semana iba a suponer mucho castigo. ¿Volverían las malas sensaciones en los primeros km? La carrera arrancó, por fin, en dirección a la montaña, la cara opuesta de La Solana que conocí en el Trail del mismo nombre hacía un par de años. Un poco de callejeo cómodo, pero ya en ligero ascenso, y ya estábamos camino al monte, por pista amplia. La carrera corta se separaba rápidamente de la nuestra, mientras girábamos a la izquierda, con casi 3km en las piernas ya, subiendo sin parar, pero sin excesiva pendiente. Empezaba al fin el camino de montaña, con una subida de algo más de 1km por delante, subiendo unos 200m. Con pendientes entre el 15 y 25% tocaba echar a andar, algo que agradecí, para bajar pulsaciones y para recuperar energías, en una carrera que algo me decía que iba a ser muy corredera.

No costó mucho terminar esa primera subida larga y el terreno después permitió recuperar fuerzas, en una bajada de casi 3km que nos llevaría casi al km8, punto en el que se iniciaría otra subida, algo más corta que la anterior pero seguramente con más pendiente que ninguna de la carrera, hacia Gamellons.

Subí con calma, habiéndome aprendido el recorrido la noche anterior y sabiendo que todavía teníamos muchos km de ascenso por delante. Coincidí con Sera, que acusaba el esfuerzo de su salida el día anterior (si no, a ver cómo iba a ir yo al paso de un tío tan fuerte) y coincidimos en nuestras críticas hacia el participante que yo bauticé como Flamenquito, por llevar un altavoz bluetooth a todo trapo colgando en su mochila con música de este género rompiendo la paz montañera. Algún corredor se atrevió a recriminar el volumen de la música a Flamenquito, pero no pareció importarle. ¿Y si todos hiciéramos lo mismo, llevar nuestra propia música a todo volumen en la montaña? Me habré hecho viejo y cascarrabias, pero no me pareció una actitud correcta ni comprensible, existiendo los auriculares, aunque en montaña no concibo usarlos y aislarse de las sensaciones, buenas o malas, de la competición. En carreras de asfalto alguna vez sí que he llevado música, si anticipaba mala carrera o sensaciones reguleras, para aislarme y llevarlo mejor, pero cada vez uso menos la música, ni siquiera entrenando.

Flamenquito apretó el ritmo y lo perdimos de vista, aunque escuchando todavía un rato largo su música, mientras yo seguía a lo mío, subir bien como lo estaba haciendo y estar pendiente del terreno, que en algún tramo de bajada había hecho caer a más de uno, por las lluvias de los días anteriores.

Llaneamos un poco al final de la subida y, de nuevo, bajada recuperadora, en medio de una pequeña zona embarrancada, durante un par de km. Qué bien se estaban dando los descensos, pensé, y qué bonito era aquello. Caminos cómodos de pisar, todo muy corredero, y las piernas sintiéndose con fuerzas tanto subiendo como bajando. Además, con tanta participación, siempre iba con corredores cerca, por muy estirada que estuviera ya la carrera, así que el recorrido era mucho más ameno que en las pruebas de La Marina, con apenas 150 corredores (100, a veces), siendo muchas carreras de esas tanto o más atractivas que la de Fontanars.




Tocaba afrontar la subida más larga de la prueba, unos 7km con un pequeño descanso de 500m de bajada allá por el km 13. Me había mentalizado desde antes de empezar la carrera para superar ese largo tramo con fuerzas, mentalmente al menos, pero el ascenso resultó ser muy gradual, permitiendo alternar carrera y caminata rápida, y las piernas respondían sin problema. Me permitía en muchos tramos ganar puestos perdidos (como siempre) en las bajadas, algo que me animaba a apretar cada vez más.

Habiendo dejado atrás el refugio de Castelló hacía un rato largo, tuve la impresión de estar compartiendo, en sentido contrario, en suave ascenso,  parte del Trail de La Solana, pero mi despiste habitual no me permitió tenerlo del todo claro. Cuando el km 18 pitó en el Garmin supe que la carrera ya estaba hecha, recordando que, desde ese punto, todo el recorrido era en descenso hacia Fontanars.


El perfil que recordaba me parecía muy inclinado, sobre el papel, pero cuando empecé la bajada me encontré en terreno cómodo, por la zona de El Moro, y los km pasaron sin sentir. Vi (y escuché) de nuevo a Flamenquito, ahora transformado en EightiesRockFan, a juzgar por su nuevo estilo musical. Intenté acelerar para quitármelo de encima y adelantarle y lo conseguí un par de veces, pero a la tercera vez que me superó lo hizo con tanta velocidad que ya no pude seguir sus sonoros pasos y le vi (y escuché) alejarse. Pasaba el medio maratón en 2h39, justo en el mismo punto donde en el km 3 nos desviábamos hacia la montaña, ya en camino con menos pendiente y en el que no costó subir el ritmo, viendo que no iba a ser difícil terminar los 24km en menos de 3h, algo que daría por bueno, viniendo de carreras tan desastrosas como las últimas de La Marina.

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El viento en contra, en el penúltimo giro antes de entrar al pueblo, me frenó un poco e hizo que estuviera ya un poco harto del frío y del clima que empeoraba cada vez más (no me sobró ni una sola capa de las que me puse al empezar la carrera), pero ya estaba hecho. Un par giros más callejeando por Fontanars y el arco de meta en la amplia avenida principal ya estaba a la vista. Un último acelerón para intentar que el minutero no pasara a 58 y paraba el reloj en 2:57:33, 2:57:09 real, 182 entre 267 (no hay forma de entrar en la primera mitad de la tabla...) , 80 de 105 en mi categoría, 163 entre 218 hombres. Sin ser una clasificación buena, otra vez, como en Atzavares, terminaba una carrera con fuerzas, con sensaciones buenas, notándome ligero subiendo y seguro bajando (el terreno lo permitía, la verdad, nada técnico) y sin notar las patas reventadas. Más que suficiente, para mí.


Me reuní con Rafa, que había terminado mucho antes que yo, como siempre esta temporada (increíble, lo fuerte que va), con Sera, y recuperé fuerzas en un avituallamiento en el que la organización estaba algo desbordada, al no haber asignado vales de bebida y comida a los participantes y permitir que en un recinto abierto cualquiera pudiera coger tanta bebida y comida como quisiera solo por tener un dorsal, con lo que muchos repitieron bocadillos y cuando llegué a pedir el mío tuve que conformarme con medio porque estaban partiéndolos para que todos tuviéramos.

A pesar de esto, fácil de resolver en próximas ediciones marcando como entregado lo que sea en el dorsal o dando tickets, y poniendo más voluntarios en la entrega de dorsales, la carrera lo tiene todo para que vuelva otro año. Rápida, con un paisaje espectacular en el 90% del recorrido, avituallamientos bien surtidos y bien situados con la frecuencia justa., ambientazo festivo post meta con música en vivo... Creo que será fija en mi calendario, desde el 2025.

Con las buenas sensaciones subiéndome la moral, tocaba pensar en la siguiente prueba del circuito Trail de La Marina, Pego Trail, el 24 de marzo, el pasado fin de semana, pero esa ya es otra historia que os contaré en breve en la próxima entrada del blog.

Nos leemos pronto.

Cuidaos.



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