SOLANA TRAIL 2022


Con la sufrida experiencia del fin de semana anterior en La Sagra todavía en la memoria, siete días después tocaba volver a la competición/entrenamiento con dorsal y participar en Solana Trail, una carrera que gozaba de buena fama por trato al corredor y paisaje espectacular hasta el 2019, cuando casi de milagro se logró organizar por culpa del incendio que arrasó parte de la zona verde por la que discurría la carrera y que fue, además, la última edición ya que después apareció el maldito virus y... bueno, ya sabéis cómo ha ido la cosa.

¿Cómo sería la vuelta al calendario de carreras de esta prueba? El recorrido parecía ser el mismo, montaban circuito para carrera de 25km y, además, para una más corta de unos 15-16, casi agotaban las inscripciones... No pintaba mal, pero mi cabeza y (creía) mí físico estaban todavía sufriendo los efectos de la flojísima y agónica carrera del pasado sábado. Me tomaría aquello como un entrenamiento, sin más, para acumular km de cara a Costa Blanca Trails, dudando todavía si estaba en condiciones de afrontar el reto del año.


Así, nada optimista, me planté muy temprano en Beneixama con más de una hora de antelación sobre la hora de salida para aparcar sin problema cerca de la plaza y de las duchas y calentarme un poco y espabilarme con café en la fresca mañana que nos recibía en el Alto Vinalopó. El bar más cercano a la plaza congregaba a la mayoría de los corredores que llegaban con el mismo propósito que yo y por ahí andaba algún conocido como Miguel Navarro y parte de su grupo de bestias pardas del trail, con quien pude comentar la carrera, sensaciones y retos futuros mientras pedía un café que me dejó el cuerpo listo para la batalla.

Aunque hacía frío, no me cubrí con muchas capas, sabiendo lo pronto que suele sobrarme cualquier tipo de abrigo, y rápidamente apuré el café, me cambié y volví a la plaza dispuesto a salir desde la parte más atrasada del pelotón. Ya ganaría, si era posible, posiciones. No era mañana de competir a tope (o no lo sentía así)


Puntuales, salíamos de la Plaza de La Torre y en solo dos o tres giros por las calles benejamenses ya estábamos cogiendo dirección Norte hacia la sierra de Beneixama. Tomábamos un larguísimo camino de pista cómoda sin mucha pendiente, al menos los tres primeros km, rodeados de poca vegetación y menos montaña, entre campos de cultivo y algunas casas desperdigadas por las plantaciones. Las piernas no protestaban por el trote ligero y ganaba posiciones fácilmente. ¿Me estaría pasando de vueltas demasiado pronto? Me encontraba muy bien, pero tal vez era mejor ser precavido, así que no aceleré demasiado, aunque el cuerpo pedía subir al menos una marcha.

El perfil se fue endureciendo desde el km 3 hasta aproximadamente el 6.5, mientras el camino se estrechaba casi obligando a correr en fila de uno y nos metíamos al fin en zona de montaña. Tocaba alternar trote y carrera, mientras comenzábamos a ver los efectos del incendio del 2019. Aunque la vida se abría camino tímidamente entre la zona quemada, esta todavía era abundante y dominaba el paisaje. Una lástima, porque aquello, tal como decían los que conocieron la zona antes de que el fuego acabara con casi todo, debía ser espectacular.

Después del primer avituallamiento llegaba la parte más dura de aquel largo ascenso constante que no habíamos dejado desde la salida, la subida que nos llevaría hasta unos 1000 metros de altura cerca de Lloma Plana y Sarseta. Dos corredoras de la versión corta que iban a mi paso, conocedoras del circuito, me iban informando de qué nos íbamos a ir encontrando durante la subida, mientras yo, entre la conversación y las buenas sensaciones de las piernas, seguía sintiéndome muy bien, pero con miedo al momento en que el cuerpo dijera "basta", quién sabe si a mitad de carrera. Seguía siendo de mentalidad reservona, por lo que pudiera pasar, ganando altura sin mucho esfuerzo y sin necesitar todavía sacar los bastones que no había necesitado desplegar en ningún momento.

Casi llegando al final de la subida se escuchaban una gaita y un tambor, animándonos para el último esfuerzo. Por allí andaban dos músicos poniendo banda sonora a la carrera mientras allá por el km 7 un último repecho nos dejaba de nuevo en una zona de pista muy corrible en la que tomábamos de nuevo dirección a Beneixama y, después de 1km, bajábamos durante 1000m hasta conectar de nuevo con la pista que abandonamos en el 4.5 para coger de subida el barranco.


Las piernas respondían, los cuádriceps parecían recuperados del terrible castigo sufrido en las interminables bajadas de La Sagra y, yendo ya hacia la mitad de carrera, empezaba a creerme que podía darse bien aquello. No obstante, en la cabeza siempre se mantenía la idea de tomarme la carrera como entrenamiento. No soportaría un segundo reventón tan solo siete días después, pensé.

Girábamos hacia arriba de nuevo en el cruce ya conocido que vimos en los primeros km esta vez en dirección a la cara este de la primera zona montañosa que subimos, por pista todavía muy amplia y corredera. En la zona del Pou de la neu encontrábamos un segundo avituallamiento bien surtido y pocos metros después las carreras se separaban, cuesta arriba a la izquierda la de 25km y cuesta abajo a la derecha la de 15, con algo más de 11km en las piernas ya.


La comida y bebida me dieron alas en este punto y saqué los bastones, dispuesto a subir un poco el ritmo en aquel segundo ascenso de un total de tres que nos encontraríamos. Seguí los pasos de un grupo de corredores valenciano parlantes que llevaban unas camisetas con referencias pro cerveceras y, tratando de no perder su estela y escuchándolos (no debían sufrir mucho, pensé, si podían hablar tan alto y tan seguido sin pausa), casi no sentí que pasara factura aquel segundo ascenso que nos llevaba hasta los 900m de altura.

No me había dado cuenta hasta aquel momento, pero al separarnos de la carrera corta tuve la impresión de que iba muy atrasado en la carrera, sin mucho corredor cerca aparte del grupo cervecero. ¿Iba bien de fuerzas porque, simplemente, iba muy lento y en las últimas posiciones? Borré rápidamente los pensamientos competitivos de mi cabeza. No era el objetivo esa mañana, ni marcas ni puestos en la clasificación. Necesitaba acabar la carrera con buenas sensaciones y hasta el momento estaba cumpliendo con mi propósito. A ver cuánto iba a durar, me dije.

Mientras bajábamos hacia un refugio que creo que se llamaba caseta Castelló, final del segundo descenso e inicio de la última gran subida antes de bajar ya del tirón después hacia Beneixama, caí en la cuenta de que no había visto por delante de mí a Miguel Navarro en ningún momento. ¡Ostras! Si iba a un ritmo más rápido que el suyo solo podía significar que, o bien corría yo demasiado rápido y reventaría en breve (probable), o que mi referencia en todas las carreras (como límite para no adelantarlo jamás), tenía un día flojo (lo dudaba mucho)

Desde el final de la subida el paisaje había cambiado un poco y no se apreciaba ya tanta zona quemada. Dominaban las vistas las laderas verdes y sin rastro de carbón, lo que unido a mi breve momento de euforia hizo que subiera hasta el punto más alto de la carrera con fuerzas y dispuesto a arañar alguna posición si era posible.

Ganábamos unos 300m de altura en los últimos 3km de subida hasta el km 19, punto más alto del circuito a algo más de 1000m , saliendo del barranc del Toll y cogiendo una pista fácil de correr, como casi todo el circuito hasta el momento.

Haciendo auto evaluación había que felicitarse por la buena gestión de la carrera hasta el momento. Disfrutada, con fuerzas, ligero... Si hacía una buena bajada tal vez no se daría nada mal la carrera, pensé. Me animé a bajar fuerte durante 1 km y medio hasta el avituallamiento, pero empecé a notar que las reservas de energía se agotaban y que el esfuerzo empezaba a pasar factura allá por el medio maratón.

Comí y bebí con calma, mientras Miguel me daba caza por primera vez en el circuito. Bromeé con él brevemente, diciéndole que, como siempre, si iba más rápido que él era mala señal para mí. Miguel, con el buen ánimo habitual, me invitó a seguirle y adelantarle, pero fue imposible.

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Para terminar de frenarme, el resto de la bajada se volvía complicado y obligaba a sacar mis inexistentes habilidades descendedoras en terreno algo técnico. Perdí puestos, perdí de vista a Miguel y su grupo y bajé muy lento, peor de lo que habría imaginado cuando revisaba en casa el día anterior el circuito en Google Earth viendo esa zona.

Cuando el terreno se volvió más corredero, ya por pista cómoda en bajada muy suave, de nuevo entre casas de campo y cultivos, no hubo fuerzas para subir mucho el ritmo, pero, con todo, me encontré animado. Nada que ver, por suerte, con la carrera de la semana pasada.

Al llegar al acceso Este de Beneixama por la carretera de Ontinyent aquello ya estaba hecho. Un par de giros más y ya estaba de nuevo encarando el arco de salida/meta que había dejado atrás hacía horas. Paraba el reloj en 3:05:23, 3:04:54 real (mira que me había llegado a ver en sub.3h, pero no pudo ser), 97 de 142, 32 de 54 en mi categoría.




Clasificación nada espectacular, pero sensaciones muy buenas y necesarias después del fiasco de La Sagra. Energías bien gestionadas (lástima esa flojera en los últimos 3km), disfrute máximo y, sobre todo, confianza de nuevo para afrontar los siguientes entrenamientos y carreras. Sentirme así de bien en una carrera de 25km y unos 1000md+ era buena señal.

Allí, con el avituallamiento espectacular que había en la plaza (bocadillos, jamón recién cortado, bebida, postres...) empecé a medio creerme que podría llegar a Costa Blanca en condiciones aceptables. En la carrera de la semana siguiente, Trencaclosques y sus 21km por Forna, habría que ver si la tendencia seguía siendo buena, pero eso ya es otra historia que va en la siguiente crónica que ya está a medio redactar.

Nos leemos en breve.

Cuidaos.



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