LA SAGRA SKYRACE 2022


Un mes después de mi última carrera, el 24 de septiembre en la Bajada Hondón-Aspe , el pasado día 24 de octubre tocaba volver a la competición, pero esta vez en un terreno muy distinto y en unas malísimas condiciones físicas y peores (casi inexistentes) entrenamientos previos.

Problemillas familiares por suerte casi resueltos me tuvieron mucho tiempo alejado de preparación física de ningún tipo y, casi sin darme cuenta, llegué al fin de semana de la carrera de La Sagra, a cuya versión de 28km decidí apuntarme hacía mucho tiempo cuando vi, por un lado, que Rafa se apuntaba y, por otro, que cuadraba como entrenamiento para los 46km de Costa Blanca Trails en noviembre.

No contaba con los imprevistos familiares y me encontré de camino a Granada, con Rafa y Ale, sintiéndome en la peor condición física que recordaba en mucho tiempo y muchas dudas sobre mis posibilidades de acabar la carrera y, menos aún, de llegar en condiciones mínimas para afrontar en noviembre algo tan duro como será, seguro, Costa Blanca Trails.

28km y cerca de 2000md+

La Sagra, imponente


Nos plantamos con tiempo de sobra en La Puebla de Don Fadrique el viernes y recogimos rápidamente el dorsal y la bolsa del corredor. Por ahí andaba algún ilicitano de Km a Km y , sobre todo, por cercanía, mucho participante murciano y, obviamente, andaluz.

El clima no parecía tan duro como esperábamos y tal vez no íbamos a pasar mucho frío al día siguiente. Dimos una vuelta de reconocimiento para localizar restaurantes, panaderías y cafeterías cercanas a la zona de estacionamiento de autocaravanas y campers donde nos instalamos para dormir y no mareamos mucho más aquella tarde-noche. Al día siguiente había mucha faena y solo faltaba que no descansáramos bien ninguno de los tres, que compartíamos el escaso o nulo entrenamiento previo a la carrera.

Dormí como un tronco, para mi sorpresa, no acostumbrado a dormir en autocaravanas o campers. El cansancio y el sueño pudieron con los nervios y las dudas y casi del tirón cayeron unas 7h de sueño hasta que amaneció el día de la prueba.

Mucho corredor ya en pie bien temprano, bien para ver o participar en el maratón que salía una hora antes, bien para, como nosotros, desayunar por la zona y buscar con tiempo los autobuses que nos llevarían a la salida en un trayecto corto pero que permitía conocer a muchos participantes y compartir experiencias y temores sobre la carrera.

¿Preparados?

Haciendo amigos entre los participantes

Una vez en la zona de la ermita de Las Santas, punto de arranque de nuestra prueba, daba la impresión de que no éramos muchos corredores. Si a mi estado lamentable de forma le añadíamos que con tan poca gente iba a quedarme, seguramente, corriendo en solitario a poco que se estirase la carrera... la cosa pintaba peor de lo que pensaba.

Por suerte Ale decidía hacer el enorme ascenso inicial con Rafa y conmigo a nuestro paso casi senderista, así que el arranque de la carrera lo iniciamos con mejor ánimo y más optimistas. Cogíamos una larga pista ancha en la que se podía trotar un poco el primer km y poco después tocaba alternar trote (poco) con caminata rápida (mucha) tirando de bastones durante 4km.

Qué bonito era aquello y qué amenos se hicieron aquellos metros, comentando la carrera con los participantes que quedaban a nuestro paso o nos adelantaban, o con aquellos a los que adelantábamos nosotros (estos eran los que menos). Habiendo pasado el refugio de La Sagra ya se podía ver una panorámica espectacular a nuestra derecha cuando la vegetación lo permitía, haciendo que olvidara momentáneamente que allá por el km 5.5 el perfil de la carrera iba a endurecerse "de verdad".





En el llano de las Víboras encontrábamos un avituallamiento y tocaba iniciar el larguísimo y exigente ascenso a la cumbre de la Sagra, en unos 3km que recorreríamos hasta la cima para deshacerlos después, en un terreno y con unas vistas que te recordaban que estabas en un carrerón de montaña a muchos metros de altura. Me venía a la memoria las subidas de Mallada del Llop y algunos ascensos de La Marina, que quedaban en nada comparadas con el espectáculo natural de La Sagra.

Al estar subiendo con mucha calma nos habíamos quedado bastante atrasados en el pelotón y no tardamos en ver en sentido contrario a los primeros clasificados, hombres y mujeres, bajando a todo trapo por un camino que de subida se veía demasiado técnico como para bajarse a esa velocidad.



Llegamos a la cumbre, nos agrupamos para una foto que nos hizo de mala gana el acompañante del fotógrafo de la organización que estaba allí y rápidamente iniciamos la bajada.

Ale nos dejaba en aquel punto, dispuesto ya a apretar a tope y remontar puestos (vaya si lo hizo...). Yo esperé a Rafa, pero mi amigo arrastra hace tiempo unas molestias de rodilla que le condicionan las bajadas y me dijo que fuera a mi ritmo y que, si podía, ya me alcanzaría.

Comí, bebí, y comencé el descenso animado por la relativa facilidad con la que se podía bajar, nada que ver con lo que parecía en el camino de subida, y acompañado de una corredora con la que habíamos compartido parte del ascenso que parecía quedarse a mi ritmo.

Nos cruzábamos con los pocos corredores de nuestra carrera que todavía subían y con muchos más del maratón, mientras mi compañera y yo comentábamos sensaciones. La chica sufría alguna rampa mientras me decía que hacía 6 años que no corría montaña, habiendo sido su última prueba no recuerdo cuál carrera de 100km. A pesar de sus rampas, llegamos juntos de nuevo al Llano de las Víboras, donde avituallamos bien, compartimos sales (ella no llevaba) y barritas (eso me faltaba a mí) e iniciábamos un larguísimo descenso hacia la zona de salida durante unos 4km.

El camino volvía a ser espectacular. Vegetación espesa, camino estrecho, pero bastante corrible y no muy técnico... Perdí a mi acompañante rápidamente, incapaz de seguirla, y corrí casi en solitario muchos metros, dudando en algunos cruces si seguía el recorrido oficial o me había equivocado en algún desvío.

Footer Trotter siempre animando y haciendo buenas fotos



Pasada Las Santas volvía a avituallar bien y todavía tendría por delante unos metros de bajada hasta llanear un poco y afrontar una larga subida, cuando me reuní de nuevo con Rafa. No había bajado mal, pero algo me decía que 7 km seguidos de descenso montañero sin el debido entrenamiento me habían desgastado demasiado. Rafa había sufrido por sus ya conocidas molestias y por el mismo motivo que yo, unas semanas previas a la carrera sin mucha preparación, y compartió conmigo el inicio de la agonía que nos acompañaría a partir del km 14.

De repente se hacía imposible trotar en llano y la más mínima subida obligaba a andar con una fatiga inesperada. El terreno no tenía ninguna dificultad y, de estar en buena forma, se prestaría a avanzar con rapidez alternando carrera y trote ligero o caminata rápida, pero la subida a la cima de La Sagra, aun habiéndola hecho a ritmo pausado, y la posterior bajada, habían reventado mucho más de lo que pensaba mis pobres piernas.

Juro que el fantasma del abandono pasó fugazmente por la cabeza. De haber un punto de salida en algún km a media carrera no sé qué habría pasado, pero la charla con Rafa (cuando la había, porque hubo muchos metros en silencio por parte de ambos, sumidos en la casi depresión de vernos en aquel estado) me animaba. El ascenso con menor pendiente de la carrera y con camino menos técnico estaba delante de nosotros y no había forma de recuperarse. Me rehíce un poco durante una breve charla con un corredor del maratón que nos adelantó con rapidez, pero aquello coincidió con un momento de crisis de Rafa y reduje la marcha y me quedé con él, como había sucedido al contrario cuando era yo el que maldecía y veía imposible acabar aquello ni en seis horas.

Para empeorar la situación, el fantasma del famoso cortafuegos del que nos habían hablado todavía rondaba por allí. Un tramo en el que los que conocían aquello comentaban que el año pasado los corredores caían como moscas, por la dureza del recorrido, el punto de la carrera en que aparecía y el calor. Solo teníamos a nuestro favor el clima, esa mañana, más fresco. ¿Podríamos con aquello?

Los km siguieron avanzando cuesta arriba casi sin descanso, con los últimos 2km de ascenso duro apareciendo en el camino entre la zona de Cerro Tojero en dirección a Piedra Alta y se confirmó lo que algunos corredores confirmaban. No habría cortafuegos en nuestra edición (menos mal...) Gané algo de claridad mental y de fuerzas en aquella última subida, lo que me sirvió para tirar de Rafa un poco y comenzar un agónico descenso hacia Puebla de Don Fadrique.

Creo que ESTO fue lo que finalmente no llegamos a subir...
Cortafuegos matador

Las piernas acusaban el esfuerzo acumulado y soportaban muy mal los km de bajada. Para hacerlo más duro, entrábamos seguramente en el tramo más feo de la carrera, alejándonos de la montaña y saliendo a zonas con poca vegetación y caminos menos atractivos que el resto del circuito.

A menudo, incluso en pequeños tramos llanos, tocaba frenar y andar, pues los cuádriceps no podían con tanta carga ya. ¿Pasaríamos el corte de la carrera? No nos habían tirado en ningún avituallamiento, pero ¿cuál era el límite horario de la carrera?

Por fin, poco después del km 27, el paisaje de bancales semi desiertos cambió y cogimos el camino que nos metía en el pueblo. Un giro a derechas y tomábamos la recta que nos llevaba al fin a la meta del Ayuntamiento que tan lejana e inalcanzable nos parecía en el km 14.

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Cruzábamos la línea de llegada en 5:07:48, 115 de 139 (escapando por los pelos del top 20 de cola),  40 de 48 en mi categoría, 96 de 118 hombres. De las peores clasificaciones en mucho tiempo, pero teniendo en cuenta que solo acabar parecía imposible a media carrera, había que estar contentos. Entrenar el sufrimiento también debía ser una lección a aprender y aquella mañana nos impartía una clase magistral en ese sentido.

Solo quedaba recomponernos, ducharnos, recuperar energías a lo bestia en el restaurante que habíamos reservado y pensar en la semana siguiente, pues encadenaría 3 competiciones seguidas: La Sagra que ya dejaba atrás, Solana Trail al siguiente fin de semana y Trencaclosques después.




Muerte...

Homenaje gastronómico más que merecido

¿y lo bien que lo pasamos, en realidad?


¿Cómo irían las piernas con la moral tan baja después de aquella carrera? No era nada optimista, menos todavía si pensaba en apenas completar Costa Blanca Trails. ¿Me tocaba cancelar la inscripción al reto de la temporada? Por suerte, las siguientes carreras cambiaron mucho mi forma de ver las cosas y mi creencia en mis posibilidades para la vueltecita por Finestrat de noviembre, pero eso ya os lo cuento en las crónicas que os debo todavía y que ya se están cocinando.

Nos leemos pronto.

Cuidaos.

PD: A La Sagra...¡Volveré!

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