TRAIL ONIL 25KM - 2022
Si mi último Trail, Confrides-Aitana , fue frío, amenazando lluvia y con niebla espesa, el de hace un par de semanas, el Trail de Onil en su versión de 25km, prometía serlo tanto o más que el anterior.
Las lluvias torrenciales en toda la Comunidad Valenciana, especialmente en el interior, amenazaban con forzar la cancelación de la prueba, pero los organizadores no veían alerta de ningún tipo para el domingo de la carrera, así que... si llovía, pero no lo suficiente... tocaba correr.
Recogí el dorsal la tarde anterior y el panorama no podía ser más desalentador. Como se esperaba, llovía a cántaros, pero ahí estaba la organización dando dorsales como si nada para el día siguiente. Correríamos.
Llegado el día de la carrera, parecía que el temporal daba tregua, aunque la jornada amanecía cubierta de nubes, muchísima humedad y una niebla espesa pegada a la sierra de Onil que daban la impresión de que en cualquier momento se podía desatar el diluvio universal.
Con menos tiempo de antelación del que habría querido, me cubrí como pude con chubasquero, guantes y gorro y alguna muda seca en la mochila y llegué corriendo a la salida casi a punto de arrancar, calentando al trote por el camino y notando que las piernas no parecían estar nada finas esa mañana. ¿Mejoraría la cosa al echar a correr? Quise pensar (me equivocaba) que sí.
Puntuales, salíamos desde el palacio-fortaleza del marqués de Dos Aguas de Onil con un primer km casi completamente asfaltado y subiendo suavemente al principio y mucho más fuerte después. Allí ningún corredor parecía aflojar la marcha y yo me dejé llevar, aunque las piernas pedían bajar una velocidad al menos.
La pendiente se endureció poco después, todavía en pista de cemento, sin tocar tierra, y tocó echar a andar rápido y trotar, alternando. El paisaje estaba completamente tapado por la niebla, muy parecido al de la última carrera, y ni el viento ni la lluvia hacían acto de presencia, algo que agradecí teniendo cada vez más claro que aquella no era mi mañana deportiva en absoluto.
Nos metimos al fin en pista limpia y nada embarrada (pensaba que tocaría patinar en terreno fangoso de principio a fin) y seguimos subiendo hasta el km 3, ya rodeados de árboles y niebla. Mira que en montaña siento que subiendo no soy tan paquete como bajando o como, en general, en el asfalto, pero aquella mañana ni siquiera en mi terreno, subida nada técnica y pistera, había forma de encontrar las buenas sensaciones ni la velocidad. Al menos el paisaje de montaña cerrada por la niebla y la vegetación ayudaba a olvidarse un poco del bajón físico tan tempranero.
El circuito daba un respiro bajando y rápidamente recuperaba pendiente iniciando una subida de 1km que volvía a quitarme energías rápidamente, pisando algo de terreno embarrado para clavarme más al terreno y añadir peso a las piernas. Un respiro de unos 800m y una suave bajada nos dejaban en el km 5, con un paisaje espectacular a nuestra izquierda, en el inicio de una subida que se hizo demasiado larga y que nos llevó hasta el km 7 y su avituallamiento.
Paré como si llevara el doble de lo recorrido. Comí algo, bebí, recuperé el aliento y me desmoralicé viendo cómo me adelantaba muchísimo corredor que ya tengo fichado de otras carreras en las que soy yo el que va delante siempre de ellos. La cosa no iba bien, tenía por delante "solo" 18km más y ya había subido unos 500m de altura.
Con el perfil a la vista en el dorsal sabía que tocaba bajar durante muchos metros, pero arranqué a correr y las piernas no iban nada sueltas. Lástima, porque el terreno permitía bajar sin miedo, siendo muy corredero y nada técnico. ¿Era posible retroceder un poco y coger el camino de la carrera de 14km y mandarlo a paseo todo? Me lo planteé unos minutos, pero rápidamente abandoné la idea y decidí acabar como fuera. Modo entrenamiento activado, olvidar el dorsal y tirar para adelante, sin más.
La bajada hasta el km 10 tenía un par de repechos, pero en general permitía perder altura con relativa comodidad y, de haber estado en forma, apretar un poco. No lo hice, pues sabía lo que tenía por delante después, por haber entrenado por allí hacía algún tiempo con mi amigo Rafa. La subida hacia el Reconco la conocía y la recordaba exigente, así que tocaba reservar las pocas fuerzas que había.
No me fallaba la memoria. La hostia que daba el circuito en forma de aumento de desnivel era acojonante y las piernas protestaron como nunca. Del km 10 hasta el 14 subíamos casi sin parar unos 400m y ni siquiera la ayuda de los bastones parecía suficiente ya. Al ser, además, la zona más alta del circuito, el frío, algo de viento y lluvia muy fina aparecían en el camino para hacer más duro el ascenso. Solo el paisaje y saber que a partir del punto más alto ya tocaba recuperar hasta la meta, con un par de repechos por el camino, me ayudaban a sobreponerme al bajón.
Llegaba por fin al Reconco de Biar y su avituallamiento, el el punto más elevado de la carrera y sentí que tenía que parar a beber y comer algo con calma y meterme gel y sales en el cuerpo. El avituallamiento, como los anteriores, era atendido de manera ejemplar por los voluntarios, que animaban y servían comida y bebida rápidamente a pesar del clima que tenían que aguantar allí arriba esa mañana. Las vistas de paisaje montañoso con niebla espesa y cielo nublado invitaban a parar y disfrutar del paisaje, pero me enfriaba rápidamente y me seguía adelantando demasiada gente (o eso me parecía).
Por delante, como sucedió al coronar Aitana en la carrera anterior, asfalto y hormigón de bajada para lanzarse a correr y recuperar tiempo. Lo intenté, pero las piernas rápidamente me pusieron en mi sitio y tocó volver a recordar que se había activado el modo entrenamiento y que había que olvidarse del dorsal y la competición.
Ayudaba, y mucho, el paisaje que recorríamos a lo largo del camino botánico, que no recordaba ya lo bonito que era desde mi entrenamiento con Rafa.
Pude compartir mucho camino de bajada con tres o cuatro corredores del GAME Elche, comentando carreras pasadas y penas presentes esa mañana, haciendo mucho más ameno el recorrido, animándome incluso a seguir su ritmo, más alto del que yo habría querido en algunos tramos.
En el km 16 encontrábamos el último repecho de la carrera, nada serio, en realidad, pero en mis condiciones (y las de mis acompañantes) se sentía como el km vertical del Puig. "¡La última subida!", nos animaba un voluntario, al que medio en broma medio en serio prometimos buscar si resultaba no ser verdad, comentando entre risas lo flojos que íbamos.
Por fin, en el km 17, juntándonos de nuevo con el desvío que cogimos10 km atrás, empezó por fin la bajada "de verdad". Larga, sin interrupciones y hasta la meta.
Deshacíamos camino hasta el km 3 y ahí, ya con 18km en las piernas, nos desviábamos en dirección a la zona recreativa de las afueras de Onil, hacia Casa Tapena. El terreno no es que fuera demasiado corrible ni cómodo, pero se disfrutaba casi más que ningún otro tramo anterior y permitía olvidarse un poco de la falta de fuerzas y la soledad de los km anteriores, donde había dejado atrás a mis acompañantes ilicitanos y, con la carrera tan estirada, no tenía muchos corredores cerca.
En esos últimos km, embarrancado, saltando como podía la fina corriente de agua, piedras, barro, adelantando a los senderistas de la carrera, disfruté de nuevo del recorrido y casi sin darme cuenta llegué al fin al tramo asfaltado del casco urbano de Onil.
Ahí noté que estaba en las últimas en cuanto a reservas de energía y fuerza en las piernas, pero ya quedaban apenas 2km por delante.
Todavía tuve fuerzas para adelantar a 3 o 4 corredores en la larga avenida que llevaba a la meta, sintiendo que el acelerón me ponía el corazón del revés, aunque la velocidad alcanzada fuera bastante lenta. Las terrazas de la calle, aprovechando que el clima había mejorado, estaban llenas de público que animaba y me recordaba el paso por aquella zona en mis 3 participaciones de la Volta a La Foia de 2013, 14 y 15, algo que terminó de impulsarme hacia la meta y parar finalmente el reloj en 3:33:34, 3:33:09 real, 107 de 171 en la general, 50 de 75 en mi categoría (qué carrerón se perdieron los muchos corredores que no participaron al final, pensé). Nada espectacular, pero mucho mejor de lo que pensaba que acabaría cuando estaba en el km 7 y pico pensando en darme la vuelta y marcharme.
Recuperé fuerzas con un avituallamiento de categoría, con bocadillos y comida variada y bebida para reventar, comentando la carrera con la gente de GAME Elche que me había acompañado durante varios km y me marché rápidamente (bueno, no tanto, porque estaba molido) a cambiarme la ropa empapada y quitarme el barro de las piernas.
No había sido mi mejor carrera, pero como entrenamiento valía mucho. De cara al maratón de Confrides, creo que es importante entrenar el aguantar km con sensaciones malas y para eso aquel Trail de Onil había servido de sobra. Lástima no haberlo corrido en buenas condiciones físicas, porque el paisaje, el recorrido y el terreno son para disfrutarlos a tope y correr mucho más rápido de lo que lo hice. Volveré, espero, para tomarme mi venganza personal, ya que la carrera, por todo lo dicho y lo bien organizada que está, merece la pena.
A la semana siguiente a Onil cayó el magnífico Trail Vall de Seta en su versión de 27 km, siguiendo con el camino al reto del año, el maratón de Confrides, pero esto ya os lo cuento en la próxima entrada del blog.
Nos leemos pronto.
Cuidaos.
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