PEGO TRAIL 2021

Un año después de empezar mis andanzas montañeras mi calendario de carreras anual ha cambiado respecto a otros años y donde antes aparecían semanalmente pruebas de 5 y 10km asfalteras ahora acumulo carreras de montaña de más de 15km en fines de semana seguidos.

Quién iba a decirlo no hace tanto tiempo. Olvidarse de ritmos, de "sufrir" por arañarle minuto y medio a un 10k de asfalto, de marcas. El Trail me divierte y desafía como pocas actividades deportivas lo hacían desde hace mucho y por ahora solo pienso en aprovechar el momento, disfrutar de la novedad, de visitar sitios nuevos y que cada carrera sea tan diferente a cualquier otra, sin pensar en lo que tardaré en acabarla o si podré llevar un ritmo u otro.

Así, tres semanas después del Trail del Cabeçó, aunque no me notaba fino en los últimos entrenamientos, llegué el pasado fin de semana al Pego Trail 2021 sin sentirme en forma, pero dispuesto a pasarlo bien por encima de todo. Como creo que ya he comentado por aquí últimamente, el gran reto de este 2021-2022 es llegar en forma a mayo y el fin de semana de mi 45 cumpleaños ser capaz de llegar a la meta de mi primer maratón de montaña, el que se organizará el día 14 de mayo en Confrides. Con este objetivo, aunque no llegara (o eso pensaba) al 100% de físico a Pego, descubrir una montaña nueva y usarlo como entrenamiento iba a tener más valor que cualquier marca o posición esa mañana.


Los días previos a la carrera habían sido lluviosos y la organización avisaba por correo la tarde anterior que era recomendable llevar ropa y zapatillas de recambio para después del Trail, por lo embarrado y resbaladizo que estaría el terreno el domingo. "Estupendo", pensé. A mi poca pericia montañera y descendedora había que sumarle ahora mi primera carrera en terreno fangoso. Ir lento no me preocupaba tanto como mi torpeza bajando y el riesgo de caída y lesión. "Paciencia", me dije.

Sobre el papel, la carrera parecía exigente. 19km y algo más de 1000m con dos subidas durillas en el recorrido. Además, un paisaje que parecía más bien seco y desangelado, a priori, sin conocer Pego y guiándome solo por la vista de satélite de los mapas y las vistas según me acercaba en coche de madrugada (arrancábamos a las 8:30 y tenía 1h de camino) 

Aun así, mi acompañante esa mañana, mi gran amigo Rafa, conocía la prueba, me la había recomendado y se había animado a participar acompañándome, aunque su velocidad y resistencia están muy por encima de la mía y eso significaba que él tendría que echar, seguro, el freno, especialmente en las bajadas (mil gracias, amigo)

Llegué con tiempo de sobra a Pego para aparcar cerca de donde se había instalado Rafa con la autocaravana el día anterior y recoger con él el dorsal y la camiseta. Definitivamente, la normalidad va volviendo a las carreras populares y el ambiente ya apenas se diferencia de cualquier otra carrera previa a la pandemia. Mucha gente, como siempre, comentando la carrera y saludándose, música, speaker animando, bizcochos para todos por si alguien quería una última dosis de energía antes de arrancar a correr... La atmósfera previa a la carrera, como siempre, daba esa última inyección de ánimo y moral que pudiera faltar antes de empezar a correr.

Como os decía, habiéndome sentido más bien flojucho esa semana, decidí situarme con Rafa al final del pelotón en la salida, pero una vez arrancamos Rafa me animó a adelantarnos un poco.

Aunque los primeros km transcurrían por asfalto o pista de cemento, la pendiente ya era exigente y tocaba dosificar bien las fuerzas. No tardamos en salir del casco urbano y, después de un giro, la carrera se estrechó bruscamente haciendo imposible correr, trotar o andar de otra manera que no fuera en fila de uno. El terreno resbaladizo y fangoso en algunos tramos hacía más lenta la subida, por lo que haber elegido una buena posición en el arranque era decisivo si no queríamos quedarnos demasiado atrás.





Tuve la sensación de que tal vez había pecado de pesimista y me había atrasado demasiado en el pelotón, ya que el ritmo me pareció algo más lento de lo que hubiera querido en ese primer ascenso que iniciábamos allá por el km 2, pero como sucedió en el Trail del Cabeçó, quise pensar que reservar energías al principio me daría ventaja después cuando la carrera se abriera un poco y pudiera correr o subir más deprisa.

El camino estrecho era mucho más largo de lo esperado y no hubo manera de avanzar posiciones durante mucho tiempo, siempre en fila de uno, sin poder ir más deprisa ni cambiar el ritmo. Esto, al menos, permitía comentar la carrera con Rafa o con los acompañantes de fila y hacer más amena la subida, que empezaba a picar según aumentaba progresivamente la pendiente.

Caminito estrecho...

Descubrí que me había equivocado juzgando el recorrido, allá por el km 3 o 4. Mirando atrás, viendo los metros que ya habíamos ascendido en pocos km, se veía todo Pego rodeado de monte con la primera luz de la mañana. Día fresco y ligeramente nublado todavía, olor a tierra y vegetación mojadas... Había sido buena idea apuntarse, sin duda. Las recomendaciones de Rafa no fallaban, otra vez.




A mitad de subida aparecía el primer avituallamiento y la pista se ensanchaba lo suficiente para permitirnos recolocarnos un poco en la carrera, acelerando durante unos metros más llanos si podíamos. Bebí agua rápidamente y alcancé a Rafa cuando, de nuevo, el recorrido se estrechaba otra vez y nos llevaba ya hacia el punto más alto de la carrera, hasta el km 6.


Las vistas seguían siendo espectaculares y el ritmo que nos veíamos llevados a llevar, por lo estrecho del camino y la cantidad de corredores que teníamos delante permitían disfrutar del recorrido. No íbamos muy rápido y seguía con la sensación de que estando más adelantados en el pelotón podría subir la velocidad un poco, pero todavía había mucha carrera por delante, el terreno resbalaba muchísimo cuando tocábamos roca ya pisada o barro de poca profundidad, no sabía cómo sería la larga bajada que afrontaríamos (me daba miedo que fuera muy técnica) y la segunda gran subida de la carrera prometía ser dura. No venía mal guardar fuerzas y llegar fresco a la segunda mitad.



Una vez superado el punto más alto de la carrera se iniciaba por fin un largo camino ancho y cómodo de correr. No dejé pasar el avituallamiento, bebiendo y echando al estómago un dátil, y me lancé rápido a ganar algo de tiempo y posiciones, aunque poco después la senda volvía a estrecharse y nos dejaba de nuevo corriendo en fila de uno.

El terreno seguía mojado y resbaladizo, pero me encontré mucho más seguro de lo que esperaba. Las vistas seguían sorprendiéndome, tocando ahora recorrer zetas pegadas a la ladera de la montaña que dejaban ver de nuevo la altura que habíamos alcanzado y Pego a lo lejos.

Por primera vez desde que corro en montaña pedí paso ¡bajando! Yo, un auténtico torpe del descenso, me encontré necesitando correr más rápido que el grupo que llevábamos delante, que se frenaba cada vez más en la zona de la Umbría de la Canal. Una vez adelantado ese pequeño pelotón llegábamos a un tramo de pista largo y corredero que permitió ganar de nuevo velocidad y posiciones, pero tuve la sensación de que, de todas formas, Rafa y yo corríamos solos y no teníamos muchos participantes a nuestra espalda, que ocupábamos los puestos de cola. No le di importancia. Me sentía fuerte y seguro de que en la siguiente subida seguiríamos adelantando puestos.


Sobre el km 11 aparecía en el camino otro avituallamiento y se separaba la carrera de 19km de la de 14, que en ese punto se dirigía ya a meta mientras nosotros, en la distancia larga, girábamos hacia arriba por una pista de cemento en la que ya veíamos a la cabeza de carrera de nuestra prueba bajando en sentido contrario hacia la meta, habiendo completado ya la subida y bajada que todavía teníamos por delante nosotros.

Saludé a la primera mujer, Rosa Lara, en su vertiginoso descenso, a la que hasta la fecha solo conocía por haber hablado y comentado con ella carreras virtualmente en redes sociales, y seguí subiendo por una pista cada vez más inclinada. El camino se volvía, de repente, puro barro y agua y costaba avanzar sin clavarse en el fango y mojarse. Los primeros corredores bajaban a toda velocidad por ese mismo camino sin dificultad y me hacían pensar en cómo lo haría yo después en ese punto de la carrera. Me había salvado hasta el momento de las caídas que estaba seguro que iba a tener. ¿Cuánto duraría la buena suerte?

La pista amplia y húmeda cambió después de un giro a una subida con una pendiente muy pronunciada y con tramos resbaladizos por estar la tierra tan húmeda. Las vistas volvían a ser impresionantes, mientras Rafa me descubría el punto más alto al que debíamos llegar, muchos metros arriba. Seguramente tocaba afrontar el tramo más inclinado de la carrera, pero ahí aparecieron las energías reservadas km atrás y me encontré subiendo muy rápido, adelantando, como había previsto, a varios corredores. Fue seguramente el tramo más disfrutado de la carrera, aunque también el más sufrido. Las piernas respondían y ganaba muchos metros de altura rápidamente. El paisaje invitaba a dejarse llevar, a disfrutar el ascenso.



Con mucho menos esfuerzo del previsto llegué al final la subida, me retiré a un lado del camino a aliviar la vejiga y a esperar un momento a Rafa, que se había quedado unos metros atrás atascado por unos cuantos corredores. Bebí un poco y ya acompañado de Rafa inicié el descenso, mucho más cómodo de lo que esperaba. De nuevo, sorpresa esa mañana. Disfrutaba bajando y no me notaba tan miedoso como hace tiempo. Independientemente de ritmos, marcas o posiciones (seguía pensando que esa mañana tocaba ocupar los últimos puestos de la carrera), estaba disfrutando como un crío.

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Sobre el km 15 nos unimos de nuevo a la pista que dejamos atrás durante el ascenso, ancha y embarrada, con muchas zonas encharcadas, y con calma y cuidado llegamos de nuevo al avituallamiento que vimos en el 11, ya con 17km en las piernas. 

La carrera ya se sentía como finalizada. Solo quedaba dejarse llevar por una pista de hormigón cuesta abajo hasta empalmar con el asfalto hasta el parque donde empezó la prueba. Cómo la había disfrutado y qué rápido habían pasado el tiempo y la distancia. Trotando algo más rápido, aprovechando el desnivel favorable y la charla con Rafa, crucé la meta con mi amigo en 2:48:23, una marca modesta que nos dejaba en la posición 154 de 206 llegados a meta, 58 de 65 en mi categoría.





Quién sabe. Podría haberme situado mejor en la salida y entonces, a pesar del larguísimo atasco que nos encontrábamos hasta el primer avituallamiento, podría haber ido más ligero, pero tal vez eso habría impedido disfrutar tanto del recorrido como lo había hecho aquella mañana y hacer una segunda subida tan buena. Tal vez yendo más fuerte las bajadas se habrían dado peor y no me habrían gustado tanto al no sentirme tan fuerte y seguro por el cansancio que pudiera acumular. Me daba igual. Con el gran objetivo, el maratón de Confrides de mayo, en mente, aquello me lo tomaba con un entrenamiento buenísimo y la posición y la marca me importaban muy poco. Además, había podido estar acompañado una vez más todo el camino de Rafa, comentando la carrera y nuestras cosillas de colegas, así que el balance tenía que ser más que positivo.




Para terminar de hacer grande la carrera, los organizadores (un 10 para ellos y para los voluntarios) nos daban en la meta bocadillos (hasta 3 o 4 tipos de bocadillos), con las planchas sacando carnaza sin parar, y bebidas, para reponer fuerzas en una zona llena de mesas y sillas. Una gran carrera perfectamente organizada a la que sin duda volveré.


Ahora toca pensar en la carrera de mañana, solo una semana después de Pego. A diferencia de Pego Trail, mis sensaciones los días previos son muy buenas. Me noto fuerte y descansado y ha habido un último entrenamiento de calidad, con picos de velocidad que había olvidado, que antes de descansar un par de días me hacen ser más optimista para la siguiente prueba, el Sprint Trail de L'Abdet.

Los corredores veteranos hablan muy bien de la zona, con tramos que si no pasa nada visitaré en mayo cuando me enfrente al maratón de Confrides. Yo, viendo el perfil, con más de 1000m de desnivel positivo acumulado que subiremos casi totalmente en los primeros 8 de los 16km del recorrido, creo que va a ser dura, pero estoy animadísimo y motivado. A esta sí que voy en "modo competición", aunque al final siempre tengo en mente que lo que importa es ir sumando km de monte y desnivel, así que salga como salga, el objetivo, acumular, quedará cubierto.

Como siempre, os cuento cómo va todo en la próxima entrada del blog.

Cuidaos.

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