PUJADA A LA FONT ROJA

 


Después de la Subida al Veleta tocaba parar. Creo que por primera vez desde que me aficioné a las carreras populares me he tomado vacaciones "de verdad", sin correr nada, en verano. Tres semanas en las que sí ha habido ejercicio (algo de fuerza y de cardio) pero en las que he dejado las piernas quietas. La vuelta a la carrera ha costado después. Me noto lento, pesado, pero confío en que pueda recuperar el ritmo y la rutina de siempre en poco tiempo.

Para empezar de nuevo a ganar motivación y aprovechando que las carreras populares vuelven al calendario decidí no dejar pasar más de dos semanas de septiembre sin apuntarme a alguna. La Pujada a La Font Roja, una carrera que ya conocí en el 2019, apareció este mes el día 12 sin ser esperada, después de cambios de fecha para su organización avisados con poca antelación y poca publicidad, como siempre, para la que para mí es una de las pruebas más duras y atractivas de Alicante.

El último cambio de fecha hacía que la pudiera correr y que, además, pudiera acompañarme mi amigo Rafa, con el que sí que he entrenado mucha montaña, pero apenas he coincidido hace años en carreras de asfalto.





A diferencia de mi primera y única participación hasta la fecha en esta prueba, este año no salíamos desde la plaza del Ayuntamiento y lo hacíamos desde el polideportivo de Alcoy, dejándonos así un par de km menos y quitando algunos metros de desnivel acumulado, pues el camino hasta el área deportiva ya acumulaba bastante altura, con un par de rampas hasta allí que calentaban bien las piernas antes de entrar en el la carretera próxima al parque natural de la Font Roja.

Llegamos temprano para poder aparcar delante del polideportivo. Recogida rápida de dorsal y camiseta (este año bastante simple en diseño y color, aunque de buen tejido de Luanvi), y a calentar, después de ponernos el chip en la zapatilla, ya que esta carrera no usaba el típico chip en el dorsal (cuestión de precios seguramente) y nos daba chip cuadrado y plano que ni recuerdo cuándo usé por última vez.









Después de desayunar con calma en el bar del polideportivo, algo de calentamiento por la pista, hablando un rato con Alberto "Sombrilla" (muchas fotos de esta entrada del blog son suyas) y Juanjo, además de otros corredores y corredoras que también habían conocido la versión larga de la carrera (se agradecía evitarnos la subida desde la plaza al polideportivo, coincidíamos todos) y en unos minutos, a correr.

Se dio la salida desde el tartán del polideportivo y casi con una vuelta a la pista ya salíamos a la carretera dispuestos a llegar al santuario de la Font Roja, unos 500m más arriba en un ascenso constante durante algo más de 8km.



Arranqué rápido. El llaneo en la pista, los primeros metros no tan duros en subida como lo serían el resto y la emoción por ponerme de nuevo un dorsal y correr algo parecido a mi última prueba, una subida dura de asfalto (sin la brutal acumulación de desnivel y altura y longitud del Veleta, obviamente) hicieron que acelerara más de lo que hubiera querido.

Corríamos cerca de 5'/km y tardé poco en dejar a Rafa detrás. Mala cosa, pensé, si voy más rápido que mi amigo, alguien que está infinitamente más fuerte que yo y más en una prueba de estas características. Aun así, me dije que la carrera era más corta que en el 2019 así que podía permitirme ir más ligero, sobre todo en los primeros km, antes de llegar al avituallamiento y al km 6, donde empezaría la parte más dura de la carrera.



Aunque empezamos a las 9:30 y era previsible un día despejado y caluroso (qué costaría, pensábamos todos, salir una hora antes), la montaña protegía parte del recorrido y la temperatura no era ningún problema para correr con comodidad. El ascenso era suave, con algunos tramos más llanos y alguna pequeña bajada que dejaba descansar las piernas unos metros.

Estrenaba zapatillas y no debí atar bien los cordones en una, pues se soltaron y tuve que parar a atarlas correctamente, momento en el que me alcanzó y superó Rafa. Salí rápidamente a por él para intentar seguir su ritmo y no hacer la carrera solo, aunque aquello era seguramente una especie de suicidio deportivo.




Fuimos comentando todo lo bueno que tenía la carrera y su paisaje. Cuestas, las vistas de Alcoy a la derecha cada vez más abajo y lejos y a la izquierda la montaña y vimos pasar los kilómetros todavía muy rápido. Apenas frenamos en el avituallamiento, recuperamos líquido rápidamente y seguimos con el ascenso, ya centrados en afrontar lo mejor posible los tramos más duros de la carrera, hasta el km 7 aproximadamente y, sobre todo, los 2 últimos km.

Rafa seguía fuerte y a mí me costaba cada vez más mantener su ritmo. La fiesta de las cuestas llegó, con rampas muy parecidas a las que vimos juntos en agosto en Granada subiendo al Veleta, y sobre el km 6.5 me rendí. Las piernas no daban para seguir a mi amigo y de intentarlo me tocaría andar más pronto que tarde, y uno de los objetivos allí esa mañana era no caminar ni un metro así que tocaba aflojar y ver marcharse a Rafa cuesta arriba sin esfuerzo.




Empezó el más que esperado sufrimiento. El perfil de la prueba se endurecía y en cada curva, ya inmersos en el parque natural y su frondoso bosque de encinas y pinos a ambos lados de la carretera, la carrera iba ganando altura rápidamente. Veía el santuario no tan lejos y no muy alto, aparentemente, pero como sucedía en Granada con el Veleta, parecía que no llegábamos nunca.

Amenizaba la subida comentando, cuando la respiración lo permitía, con otros corredores, lo duro que era aquello. La tentación de caminar estaba cada vez más presente, pero hacerlo me hundiría moralmente y, además, me había puesto como objetivo no perder de vista a Rafa, a unos 100m de mí como mucho. Intentar seguir a un tío tan fuerte como mi amigo tal vez no era lo mejor en ese momento, pero me mantuvo trotando como pude y sin parar hasta el final.






Llegaron las zetas que recordaba del 2019 y por haber estado por allí cerca entrenando montaña con Rafa el pasado invierno (zona espectacular para el trail). Eran, con diferencia, los tramos más duros del circuito con la pendiente más dura.

En pocos metros veía a los corredores muchos metros por encima de mi cabeza, zeta a izquierda y derecha sin parar, pero aquello indicaba, por suerte, que la meta estaba cerca. Afiné el oído, esperando escuchar a lo lejos la megafonía de la meta.

Seguía subiendo casi sin aliento cuando al final escuché al speaker y me animé. Un último esfuerzo y lo tenía.



No miré el tiempo en mi reloj, aunque pensaba que no lo había hecho tan mal y que seguramente mejoraba el ritmo respecto al 2019. Un último giro de casi 180 grados a la derecha y ya tenía ante mí la última recta, cuesta arriba y empinada como los 2 últimos km.  Un último esfuerzo y, sin aire ya, paraba el reloj oficial en 49:09, 49:06 real, 92 de 171 en la gral. y 25 de 35 en mi categoría.

Rafa había llegado unos 40s antes (tremendo carrerón, yendo "flojo", como él decía, sin entrenar) y pudo echarme alguna foto en la meta mientras me esperaba. No tuve fuerzas para quitarme el chip, pero los voluntarios, de 10 en toda la carrera, me echaron un cable con unos alicates para cortar las bridas con que llevaba atado el chip mientras recuperaba el aliento.




El avituallamiento era más bien justo, con un par de bizcochos dulces y salados, algo de líquido y poco más. Echamos un vistazo rápido a las clasificaciones (tremendo Micó, ganando y corriendo a más de 4'/km en aquel perfil), echamos alguna foto y, a diferencia del 2019, no esperamos al autobús de bajada y deshicimos el camino corriendo, sacando así un entrenamiento de 16km en total aquella mañana.


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No había estado mal la jornada deportiva. Tirada larga, buen ritmo para ser mi primera carrera después de tanto tiempo parado... Una pena, lo poco que se anuncia una carrera tan buena y haber cambiado las fechas de esta última edición tantas veces y con tan poco tiempo de reacción para los corredores. Esto se ha notado en la participación, que no ha llegado a 200 corredores en una prueba que estoy seguro que con fecha fija en el calendario y un mínimo de promoción metería a más del doble de participantes sin problema, por lo atractivo y desafiante del circuito y el entorno por el que corremos.

Por mi parte, espero volver a participar siempre que pueda, a ver si logro bajarle 1 o 2 minutos a mi marca, que creo que es posible a poco que se de bien la carrera y llegue mínimamente preparado.

Después de esta prueba llegó el 5k de Rafal que corrí ayer, 19 de septiembre, pero esto ya os lo cuento en la próxima entrada del blog.

Cuidaos.

Saludos.

Comentarios

  1. Un gran carrerón que no tiene la atención que merece, de Rafa qué decir, es un puñetero crack.
    Por lo demás, "show comes back"

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