GRANADELLA TRAIL COSTA BLANCA 2021



Si la semana pasada volvía a las carreras populares de siempre, el pasado domingo le tocaba el turno a mi vuelta a las carreras de montaña, casi olvidadas desde la lejana Oltà de diciembre.

Hubo muchas dudas y aplazamientos por la maldita pandemia, pero al final la situación mejoró y además de poder organizarse en la última fecha prevista se llegó a ampliar el número de plazas disponibles para la carrera. Un pasito más hacia la normalidad.

Allí llegaba yo el pasado día 9, a Jávea, al parque Pinosol a las 7:30 dispuesto a correr los más de 17km del trail sin demasiada confianza, después de muchos entrenamientos flojos, sensación de pesadez y sintiéndome totalmente fuera de forma, lejos de la sensación de ligereza y potencia física que sentía antes de la parada de dos semanas por las molestias del talón.

Mucha gente, entre las dos pruebas, nada que ver con la carrera de Brotons de la semana pasada o el trail de Calpe de diciembre, todos con mascarillas, pero con un ambiente muy parecido ya a lo que recuerdo desde siempre. Megafonía, música, grupos de corredores con sus clubes, el speaker animando y dando información constante... No sentía que fuera a hacer una gran carrera, pero estar allí metido de nuevo en el mundillo del atletismo popular me dio unos inesperados ánimos.



Recogida ágil y fluida del dorsal y la bolsa del corredor, más que completa, con cinturón, botella flexible para llevar en mochilas de trail o chalecos, braga, camiseta ceñida de 42k de un modelo del que tengo, por lo bien que me van, al menos 6, pero todo con referencias a la prueba... Me repito: qué ganas tenía de sentir de nuevo aquello, revisar bolsa del corredor, prepararme por la zona, buscar con la vista a conocidos...

La salida, como no podía ser de otra forma en la situación actual, se dio separada por grupos de 50 corredores cada pocos minutos. Mientras esperaba mi turno pude cruzarme con Miguel, al que a través de redes sociales y de cruzarnos por "el psicólogo" (los entrenamientos del Cabeçó) cada vez veo más y con el que comenté la carrera que teníamos por delante y los futuros retos de cada uno de nosotros. Iba a acompañar a un amigo en su estreno, saliendo en el turno inmediatamente anterior al mío, así que no desplegaría todo su potencial trailero.

Con Miguel, gran tipo.



Cuando llegó mi turno, la emoción me desbordaba. Allí, con distancia social, pero con el speaker animando, AC/DC en la megafonía y la cuenta atrás sentí de nuevo la antigua y casi olvidada emoción de empezar una carrera, la incertidumbre ante la respuesta del cuerpo en un terreno tan desconocido todavía para mí, saber qué iba a pasar con mi supuesta flojera esa mañana.

El calor del fin de semana dio tregua esa mañana, que amaneció con cielo cubierto y brisa suave. Parecía que, en principio, no íbamos a cocernos en la carrera. Aun así, viendo que la organización avisaba de que lleváramos líquido por nuestra cuenta, cargué la mochila grande con agua en la espalda y softs al pecho, además de dos geles y sales. Cualquier precaución era poco, pensé.

Salimos del parque y rápidamente encaramos una larga cuesta de asfalto de más de 1km que nos llevaría a la entrada del parque natural de Granadella. Me había estudiado el perfil del circuito y la distribución de las cuestas y sabía que después de esa subida tocaba bajar largo y, en teoría, cómodo.


La cuesta picaba y más de uno echaba a andar, pero yo me encontraba sorprendentemente bien y al trote corto y suave aguanté toda la subida sin caminar. ¿Lo pagaría? A saber. En ese momento había decidido competir a tope y jugármela. Regulando bien o intentándolo, pero esperando llegar con fuerzas para darlo todo en la última de las tres subidas fuertes del recorrido.

Entramos al parque de Granadella y cogimos una pista muy rápida de bajada (nota mental: ¿cuántas veces puedes estar corriendo y ver un cartel de peligro por... ¿abejas? porque hay colmenas cerca?)  pero rápidamente nos metimos en un descenso algo más técnico. Maldije, porque esperaba bajar largo y tranquilo, recuperando y en ese terreno no era fácil descansar. Adelanté a Miguel, acompañando a su amigo, y también a Gemma Ann, que sufría más de lo esperado al correr fuera de su elemento, el asfalto (creo que la última vez que me la crucé en un 10k fue sub.40', ahí es nada). Torcedura suave en el tobillo izquierdo sin consecuencias ni dolor y a seguir, concentrado y disfrutando.

Único punto de la carrera a nivel del mar, la cala Granadella

El camino al fin se aclaraba, indicando la cercanía del km 5.7 y la llegada a la cala que da nombre a la carrera, una de las zonas más atractivas de toda la Costa Blanca, sin duda. Avituallamiento rápido, sacando mi vaso para llenarlo en los grifos y a iniciar la primera gran subida, unos 200m en algo más de 1km, senda de Teuleries hasta el segundo avituallamiento. Subía fuerte y rápido, dejando atrás a muchos corredores. Mantuve el ritmo con uno con el que pude comentar la carrera un rato y ver que resistencia no le faltaba, hablándome de carreras de montaña de más de 60k con toda normalidad. Lo dejé atrás, sintiéndome ligero incluso caminando rápido (nada de correr, en este tramo) y esperando el avituallamiento. 

Bebida, algo de comida (orejones de albaricoque o melocotón secos) y a seguir. Pista de cemento rapidísima hasta casi el km 9 conectando con la circular del castell de Granadella y tramo técnico por la zona de acantilados con las vistas más espectaculares de la zona. Montaña y mar en una misma foto.





El cuerpo seguía respondiendo increíblemente bien y sentía que adelantaba a muchos corredores subiendo y que de bajada no me rebasaban tantos en manada como sucedía antes de que empezara a entrenar montaña. Algo estaba cambiando, estaba claro, y aquella mañana las piernas tenían una fuerza inesperada que hacían que disfrutara de la carrera como nunca habría imaginado.

Tocaba pasar por la zona más complicada de la carrera, cresteando por los acantilados en un terreno difícil de correr, trepando muchas veces por escalones altos, pasando por algún tramo en el que una cadena ayudaba a mantenerse pegado a la pared de roca, pero disfrutando igualmente. El miedo a una torcedura de tobillo hizo que bajara mucho el ritmo en este tramo que nos llevaba hasta el km 11 y pico y otro avituallamiento más, pero me lo estaba pasando tan bien que el tiempo me daba igual. No había mirado el reloj en toda la carrera y no iba a hacerlo en ese momento tampoco.





Con el perfil de la carrera grabado en mi cabeza sabía que tocaba bajar rápido para dirigirnos a la última etapa dura del circuito, una pedrera corta pero muy vertical. Podría haber reservado energías bajando, pero las sensaciones eran tan buenas que aceleré. ¿Aquella chica que me había adelantado antes? La alcanzaré y volveremos a comentar la carrera brevemente. ¿Mi antiguo acompañante comentarista de trails larguísimos? Le daría caza también y lo dejaría atrás. ¡Cómo respondía el cuerpo!

Había distribuido agua, geles y comida de los avituallamientos a la perfección, así que cuando tuve a la vista a la izquierda, todavía lejos, la pedrera que debíamos subir, me felicité por tener todavía líquido y, sobre todo, energías para afrontarla en condiciones. Un km de pisteo limpio y suave, sin dificultad, y estábamos en la última etapa importante de la carrera.

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Nos juntábamos allí con los corredores del 10k que sufrían como nosotros la subida por el pedregal. Las piernas seguían con fuerzas y me vi con ánimos y energías para dejar atrás a corredores que bajando me habían dado hachazos incontestables. Era yo, en esa subida, el que los rebasaba sin sufrir, gozándolo como nunca, satisfecho por la gestión de energías que me permitía realizar un ascenso rapidísimo a pesar del desnivel.

Allí al fondo, a lo lejos y en lo alto, la pedrera,
último gran escollo de la prueba

Feliz y con fuerzas en la salida de la pedrera


Foto en la parte final de la pedrera, y a regalarse una bajada disfrutona, pensé. Bebí en el avituallamiento final y me lancé cuesta abajo, notando, ahora sí, el cansancio acumulado y no pudiendo apretar tanto como hubiera querido, pero sintiéndome tremendamente satisfecho por la carrera realizada incluso antes de llegar a la meta.

Enlazábamos de nuevo con el camino de asfalto inicial, ahora en rápida bajada, y entrábamos al fin en el parque de nuevo. Un vistazo rápido al reloj y comprobé que no me alejaba tanto de las 2h como habría pensado. Un último acelerón, reventando de alegría y moral, y paraba el reloj oficial en 2:10:16 después de algo más de 17km habiendo acumulado más de 800m de desnivel positivo, posición 156 entre más de 300 llegados a meta, 137 de 248 hombres, 56 de 106 en mi categoría. A mi nivel, aquello se sentía como haber ganado la carrera.





El avituallamiento final era muy completo, con bebida, una empanada, fruta...todo atendido de manera ejemplar por los voluntarios y por el club organizador local, atentos allí y durante toda la carrera, donde no había ni un solo desvío sin uno de ellos indicando el camino y animando. De diez, todos.

Me quedé por la zona un rato a ver las clasificaciones y el ambiente post carrera, muy parecido a lo que siempre hemos vivido, excepto por la presencia de las mascarillas. Por allí estaban los habituales ganadores (ya empiezo a conocerlos) masculinos y femeninos, entre los que pude encontrarme con Santiago Navarro, al que hasta el momento solo conocía por RRSS  (me reconoció él, yo estaba en mi subidón moral y mi nube), cuarto general, un auténtico animal montés con el que pude comentar la carrera, viendo cómo es una prueba de este tipo para alguien que aspira al podio absoluto.



La mañana había salido redonda, contra todo pronóstico. Disfrute, dosificación de energías inteligente, cuerpo respondiendo a pesar de lo pesimista que era antes de echar a correr... Un chute de moral para seguir entrenando a tope para las próximas citas.

Por un lado, el medio maratón del Trail Llanera de Ranes, el próximo fin de semana. Mismo desnivel que Granadella pero con 3-4 km más en un circuito que me temo no será ni la mitad de atractivo que Granadella, muy seco y pelado sobre el mapa, con mucha pista y no muy atractivo, al menos a primera vista siguiendo el track que pasan los organizadores, pero que me permitirá tachar de mi lista de pendientes una media de montaña y empezar a acumular km para lo que está por llegar.

Porque ya es oficial y estoy inscrito. En agosto me enfrento a la madre de todos los retos deportivos en los que me he metido nunca. El día 8 de agosto toca afrontar la Subida al Veleta, durísima según cuentan los que la han sufrido durante sus 50km cuesta arriba y más de 2700m acumulados. Me impone como ningún otro reto que haya pensado intentar nunca, pero el hormigueo en el estómago cuando pienso en la preparación, en lo que debe sentirse terminando algo más allá del maratón me devuelve a la vida deportiva, a las sensaciones casi olvidadas que tenemos cuando afrontamos algo que supone ir más allá de los límites físicos (y mentales, seguro) que conocemos. ¡Qué nervios y qué ganas, al mismo tiempo!

Os cuento cómo va todo, en la próxima entrada del blog.

Gracias por estar ahí. Cuidaos.

Comentarios

  1. Tanto por comentar... Me encanta ver lo fuerte que andas, 17 km con 800 positivos sin montañas altas es una ratonera.
    Y de lo del Veleta, que vaya pena no estar fuerte para acompañaros en el reto, pero lo mismo voy de supporter

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    Respuestas
    1. Joer, ojalá puedas venirte 🤗🤗🤞🏻🤞🏻y yo… a ver lo que dura la motivación y cómo llego. Me parece brutal el reto, no sé qué pasará el día de la carrera…🙈

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