SAN SILVESTRE CREVILLENTINTA 2018


¡Feliz Año Nuevo! Como es habitual desde la creación de este blog, la primera publicación del año corresponde a la crónica de la San Silvestre Crevillentina. Fue mi segunda carrera oficial, la primera vez que participé en ella en el 2008, y desde entonces estoy enganchado a su recorrido, su dureza y al ambiente en las calles en todo el circuito.



Fotos del 2008. No comment...


La Crevillentina no defrauda nunca. Sus diez km aparecen siempre entre los mejores de España y, entre las San Silvestres, ocupa este año el segundo puesto de la clasificación de carreras de la RFEA, pero más allá de puntuaciones y criterios que al corredor popular tal vez no le aportan nada, el diez mil de Crevillente ofrece un circuito espectacular y una población entregada a una fiesta deportiva popular que hay que probar al menos una vez (yo llevo diez...)

El año pasado me dije que después de tantas Nocheviejas seguidas allí en el 2018 tocaba cambiar, pero según se acercaba la fecha cambié de opinión. Me pareció que la carrera merecía una última participación, la décima, por lo redondo del número y por lo especial que fue hace diez años, al ser mi primera carrera popular de 10km, mi segunda carrera oficial (me estrené con un medio maratón en noviembre del 2008, inconsciente de mí)

Tocaba, de nuevo, recoger el dorsal un día antes, comprobando que este año se entregaba TODO en el momento de la recogida, dejando para el final de la carrera únicamente la entrega de fruta y bebida, algo que creo que fue un acierto al permitir un flujo constante de corredores, sin pausa ni atascos, en la llegada al avituallamiento final. También estrenaban, si no me equivoco, el dorsal con chip. Más velocidad todavía, por lo tanto, en desalojar la zona de la meta, sin paradas a recoger los chips de quienes no lo tuvieran en propiedad.

Como anécdota, es obligatorio comentar uno de los elementos de la bolsa del corredor de este año, la barrita energética de InsectFit, empresa liderada por dos crevillentinos. El nombre ya sugiere la inusual composición del alimento y echando un vistazo al envoltorio se descubre que la harina de la barrita es... harina de grillo. Quince grillos por barrita, para ser exactos. Superado el impacto inicial de ver que tenía la posibilidad de probar algo compuesto de bichos decidí pegarle un bocado. ¿Acaso no comemos gambas, que son lo más parecido a una cucaracha o grillo marino que he visto? 
La barrita resultó estar muy buena, dulce, con una textura parecida a la de cualquier otra y sin crujidos ni sorpresas que pudieran hacer visible el origen de la harina (ojos que no ven... barrita que me comí entera)







El día de la carrera, después de tantos años participando, la llegada no supuso problema y diría que el descampado entre naves en el que aparqué no ha cambiado lo más mínimo en estos años. Basta con llegar una hora antes para poder dejar el coche allí sin problemas de tráfico y sin prisas, con la distancia justa hasta la salida para cambiarse y salir calentando unos minutos.
Normalmente tomaba un café con los amigos o familia en el mismo bar de siempre antes de empezar, pero este año tocaba correr en solitario. Esto, unido a mi sensación de que no estaba muy fino aquella tarde, hizo que me planteara la carrera con muchas reservas. Intentaría no forzar demasiado la máquina la primera mitad del circuito y después, si había fuerzas, subiría un poco el ritmo. No me notaba con fuerzas para ir a por los 46 minutos justos que creo que tengo como MMP allí.



Me situé muy bien en la salida, bastante cerca del control de chips y con varios globos oficiales a la vista. Cuando se inició la carrera no tardé ni 500m en poder empezar a correr sin chocar ni cambiando el ritmo constantemente y, aprovechando que los dos primeros km son los únicos cómodos del circuito, traté de correr rápido, pero con control.
Pude saludar rápidamente a Erica en estos primeros metros y en la primera bajada suave aceleré revisando el Garmin para no correr demasiado rápido. 4:30 aproximadamente cada uno de los dos primeros miles, aunque solo miré el primero en el reloj. Tal como imaginaba, no iba tan ligero como esperaba y con la fiesta de cuestas que empezábamos en el km 2 mejor no mirar el reloj.

La primera subida, de más de 1km, no me pareció tan dura como otros años, o tal vez no me preocupaba correrla más lento y no me presioné tanto. Sabiendo que desde aquel momento no habría respiro y teniendo claro que no era día para marcas corrí tranquilo, intentando no dormirme en las subidas, acelerar en lo posible en las bajadas y disfrutar del callejeo animadísimo por las calles de Crevillente.
Allí estaban, como todos los años y en los mismos puntos del recorrido, los grupos de percusión animando a los corredores, los locales con altavoces en las calles con música a todo volumen... Lástima que hace unos años adelantaran la hora de inicio de la carrera y perdiéramos la iluminación navideña nocturna, que terminaba de hacer casi perfecta la prueba (algo comprensible, por otra parte, para facilitar a los corredores la llegada rápida a las cenas de esa noche)


De un año a otro siempre olvido lo dura que es la carrera, pero al mismo tiempo, una vez echo a correr, siento que corro en casa. Era una gozada pasar de nuevo por las mismas calles de todas las Nocheviejas, sabiendo de memoria todo lo que iba a encontrarme en el camino.
Llegando a la Rambla, casi en el km 5, me notaba justo de fuerzas, pero pensaba que no estaba corriendo tan mal como pensé durante la subida del km 2. No había mirado el Garmin de nuevo hasta que bebí agua y poco después pasé por el km 5 y en ese punto los números me devolvieron a la realidad. 23 minutos largos era más lento de lo que pensaba y ni por asomo había fuerzas para acelerar.

Consciente de todo lo que había que subir y bajar todavía, me lo tomé con calma y traté, al menos, de no bajar el ritmo, de mantenerlo. El globo oficial de 50' estaba a pocos metros y a mi ritmo lo iba a adelantar en poco tiempo. Si la marca oficial quedaba por debajo de los cincuenta minutos, ya estaría bien, me dije.


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Seguía el callejeo, la animación entre calles estrechas y batucadas cada pocos metros. Sufría cada vez más en las cuestas y me costaba recuperar bajando, pero lo estaba disfrutando. El reloj vibraba en cada 1000 pero no quería mirarlo. Iba a ser mi última crevillentina durante algunos años seguramente y no quería despedirme agonizando ni pensando en tiempos.

Como siempre, sobre el km 7 se iniciaba una de las bajadas más rápidas y cómodas, y ahí sí que traté de ganar algo de tiempo. Me había animado algunos metros atrás al escuchar la música clásica que suena todos los años en la ventana de algún vecino en el mismo punto del recorrido, con lo más animado de Strauss para amenizar la carrera, y había olvidado durante algunos metros lo cansado que estaba y lo duro que era el tramo final de la carrera, pero ahí estaba, sobre el km8, otro de los tramos más puñeteros del recorrido, para recordarme otro año lo difícil que es correr rápido en Crevillente.

Llegando a la zona de meta, cuesta arriba, se podía escuchar la megafonía, anunciando la llegada de los corredores, pero todavía tendríamos que alejarnos y subir una cuesta por la calle Corazón de Jesús (corazón, el mío, pensé, que se me salía por la boca), para acercarnos al final del recorrido. Saludé a José Luís, que ya había terminado su carrera, antes de empezar a subir, y dejé atrás la rampa como pude, sintiendo que corría más lento que nunca.

La última bajada no dio tiempo a recuperar el aliento, pero me sentí con ganas y fuerzas para acelerar. La llegada a meta, cuesta arriba, me frenó un poco, pero según pude ver después en el Garmin, en casa, ese último km pasó en 4:30 como mucho, así que el sprint final era para estar orgulloso. El tiempo... tal vez no tanto, pero suponía empeorar solo medio minuto respecto al año pasado y no era, ni mucho menos, mi peor marca en el circuito.




Paraba el reloj oficial en 48:51, 48:08 reales, 568 de 1549 llegados a meta y 110 de 240 en mi categoría, así que, estando por encima de la media, puede que no fuera tan mal resultado después de todo. En cualquier caso, lo había pasado en grande, y eso era, para mí, lo más importante aquella tarde.




Después de la última carrera del año y la última vez por un tiempo en la crevillentina (después de diez seguidas ya va siendo hora de variar un poco el fin de año deportivo) toca pensar en la primera del 2019, que será la carrera de Reyes de San Fulgencio este domingo. Correr "solo" 5km me parece complicado y durísimo. No sé dosificar el esfuerzo y no habrá cuestas que me frenen, al ser un recorrido, dicen, muy llano. No lo llevo preparado y ha habido pocos entrenamientos entre la San Silvestre y esta carrera, y las fiestas han dejado en la barriga kilo y medio de más que puede que pese el día 6 cuando toque correr. Ya veremos qué sale.

Están a la vista el Cross Giménez Ganga de Sax el 26, los 8km que hay junto a la media de Orihuela en febrero y, a lo lejos, en mayo, la travesía de Santa Faz, 9000m en aguas abiertas que ahora mismo me parecen imposibles y que solo su preparación ya cansa nada más pensarlo. Quiero creer que hay tiempo de prepararlo y que según lo vaya entrenando la motivación irá en aumento.

Por ahora, a seguir disfrutando del camino hacia cada una de las pruebas deportivas.
Os cuento cómo va todo en la próxima entrada del blog.
Gracias por estar ahí.
Saludos.


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