MARATÓN DE CONFRIDES 2022. CRÓNICA DE UNA RETIRADA.

"Me retiro". "Abandono". "No puedo acabar". Desde que empecé a correr carreras populares en noviembre de 2008 jamás había aparecido en mi lenguaje interno ninguna de estas palabras o expresiones con la fuerza y claridad con que las escuché en mi cabeza en el Trail de Confrides. En los momentos más duros de pasadas maratones de asfalto sí me sentía al límite cerca del km 30 muchas veces, pero la cabeza parecía poner en marcha las piernas cuando parecía imposible y salían 12 km más con energías de no sé bien dónde.
Por primera vez, en el que iba a ser mi estreno maratoniano en montaña, el vacío físico, el desgaste mental, ganaron la batalla y me obligaron a decidir colgar el dorsal y no terminar la carrera.



Llegaba con miedo y también con ganas al día de la prueba. Madrugón de los buenos, para estar a las 6:00AM en Confrides, a 1h de camino de casa, pero sueño suficiente las dos noches anteriores, a pesar de los nervios habituales ante retos de este calibre. En mi cabeza, todos los entrenamientos de fin de semana con los amigos o en solitario, los momentos difíciles entrenando en los que tiré para delante y me recompuse, para recordarme que si el maratón golpeaba fuerte a media carrera era posible seguir como lo hice entrenando.





Me reuní con Sera y Ale, saludé rápidamente al gran Raulet y en la salida también llegué a desear suerte rápidamente a los grandes Miguel Navarro y Cristina Mantas. Compartía en el pelotón mis dudas y miedos con Ale y Sera, que me animaban a salir con calma y reservar energías la primera mitad de la prueba, 2400m de ascenso total por delante a lo largo de un recorrido de 42km por La Serrella, con 3 sube baja a cada cual más duro.
Ale dudaba de sus fuerzas, pero yo tenía claro que estaba para al menos 6:45h (me equivoqué al final por solo 2', creo) Serafín venía de una pequeña lesión y, al menos en el arranque, se ofrecía a correr conmigo a ritmo suave, algo que no puedo dejar de agradecerle todavía.

Puntualidad y a la hora prevista, a correr. El clima fresco no debía engañarnos, pues la previsión era que en cuanto asomara el sol el calor apretara llevándonos fácilmente por encima de los 24ºC.
¿Me excedí cargándome de agua y metiendo ropa seca en la mochila? Tal vez, pero me daba tanto miedo quedarme sin líquido y sufrir calambres... Ya me quitaría el peso de encima según avanzara la prueba.


Trotando cuesta abajo, dejando el pueblo atrás, mantuve la calma y no aceleré. Había mucha carrera por delante y quería llegar lo más fresco posible al medio maratón. Sera parecía seguir la misma estrategia, así que, comentando el recorrido, las sensaciones, saludando a conocidos suyos (es increíble la sociabilidad extrema de mi querido Sera), fuimos subiendo por caminos de asfalto y terreno duro hasta tocar por fin tierra.

Alternando trote con carrera los primeros km pasaron rápidamente mientras hablaba con Sera. El arranque no era especialmente bonito. Monte pelado, sin mucha vegetación... Al menos el ascenso era gradual y no parecía cansarme en exceso.

Después de un pequeño descanso el recorrido se cerraba un poco en fila de uno y empezábamos a pasar por varios tramos con corrientes de agua que salvábamos con maderas, pasarelas puestas por la organización para salvarlas o cuerdas en el lateral para bordearlas. Recorrido atractivo, al fin.



Bien, me decía. Aquello frenaba el ritmo y permitía bajar pulsaciones y seguir reservando fuerzas. En un giro a derechas aparecía en lo alto el final de aquella primera subida. Muchos metros de ascenso, de repente, en poco recorrido. Sera se interesaba por mi estado de forma y yo le decía que no lo llevaba mal, pero algo me decía que empezaba a cansarme demasiado rápido. Quería pensar que al terminar la subida recuperaría bien, que para eso había entrenado.

La subida se volvía muy vertical y echando la vista atrás el paisaje ya ganaba en atractivo. Vista despejada de lo que dejábamos abajo, Aitana cerca muy visible con claridad... Me animaba mentalmente "¡Vamos!"

El final terminábamos la subida, bebíamos un poco sin perder mucho tiempo en el primer avituallamiento y cogíamos un camino en suave descenso o llano que giraba y terminaba de repente de hacernos subir, ya para coronarlo, al primer pico de la carrera, Recingle Alt.

Serafín, como era de esperar, a la mínima que el terreno había permitido bajar rápido ya estaba lejos de mí, lo que provocaba sentimientos encontrados en mi cabeza. Por un lado, lamentaba no contar con su charla interminable y ánimos durante el recorrido, pero, por otro, gracias a ir solo, no sentía la tentación de seguirle, algo que me reventaría físicamente por la gran diferencia de forma física entre ambos. Habíamos acordado hacer cada uno nuestra carrera, así que no había nada que reprocharnos. Ojalá no le diera guerra la molestia que arrastraba.

Una vez superado el Recingle Alt cresteábamos un poco por un terreno irregular que hacía difíciles las pisadas y que me hizo sentir muy incómodo. Había mucho sube baja en zona pedregosa en el que no me notaba seguro. En uno de aquellos escalones, el pie derecho no pisó firme y resbaló en un saliente, torciendo dolorosamente el tobillo. Conseguí no caer, pero aquello me obligó a sentarme a evaluar daños. Me he torcido un poco los tobillos más de una vez corriendo por montaña, pero la práctica ha ido endureciendo las articulaciones y nunca había consecuencias ni dolor, pero en esa torcedura no había visto venir la mala pisada y había demasiado peso en esa pierna cuando apoyé.
Me adelantó, sin preguntarme ni interesarse lo más mínimo por mi estado un "solidario" corredor (menos mal que son minoría este tipo de gente en las carreras) y al quedarme ya solo sin interrumpir a nadie me pude apoyar en una roca y tocarme el tobillo. 
Dolía. Era un hecho. ¿Me impediría apoyar el pie? ¿Se acababa ya la carrera? Maldije y avancé con calma. Podía caminar y solo notaba algo de dolor cuando apoyaba sobre terreno irregular. Por desgracia, toda la maldita cima lo era.
El descenso pasaba por tramos técnicos que no ayudaban a mejorar mis sensaciones. Perdía definitivamente de vista a mi grupeta inicial y me quedaba solo.

Fui bajando como pude, esperando acabar por fin el tramo técnico y coger pista más cómoda, algo que al fin llegó, pero haciéndolo en forma de senda muy estrecha, que no permitía correr con comodidad con el miedo que llevaba en el cuerpo, pues era fácil que mi pie sano, el izquierdo, se saliera del camino en un despiste.

La bajada se me hizo eterna. Empecé a pensar en el corte de tiempo de Quatretondeta, 3h y cuarto desde la salida. Calculé mal en ese momento y me vi fuera de carrera, lo que terminó de hundirme moralmente. A pesar de la belleza montañera del recorrido en aquel momento, mi cabeza ya empezaba a pedir retirada, sabiendo que el avituallamiento del km 17-18 era el primer punto de abandono, hubiera pasado el corte o no.

Bajé como pude y, al final, el avituallamiento apareció en el horizonte. Un mejor cálculo me hizo ver que pasaba de sobra el corte. Hablar con los corredores que recuperaban fuerzas allí, saludar a los A To Trapo, me despejó la cabeza. Comí, bebí, recargué líquido y me dije que pasar la segunda de las 3 grandes cimas, Pla de la Casa, era posible, incluso en el tiempo más o menos esperado, dejando atrás el medio maratón rondando las 3h30.

El inicio de la subida no era tan duro como esperaba y recuperé algo de fuerza mental, algo que venía muy bien ya que, de nuevo, corría solo y el calor empezaba a ser un problema.
Conocía la zona por haberla subido por la otra cara en el Trail de L'Abdet, si no recordaba mal, y sabía que el atractivo de la cima merecía el esfuerzo.




Paré de camino en una fuente natural de agua helada, me mojé la cabeza bajo el caño y me arriesgué a beber, viendo que unos senderistas también lo habían hecho y comentaban que siempre lo hacían. El camino se volvía duro y había que bajar la temperatura un poco.
Me alcanzaba José A. Torregrosa, de A To Trapo, y me comentaba que había un avituallamiento a medio camino, una subida después y ya teníamos la cima.

La imagen de un avituallamiento con líquido, comida, algo de sombra tal vez, me impulsó a subir con fuerza, notando que las piernas protestaban, pero me alegraba de no haber abandonado y sentía que me recomponía un poco, al menos psicológicamente. Ya veríamos qué pasaba al llegar a Famorca, pero por el momento, para arriba, me dije.

En el avituallamiento me reuní de nuevo con José A., comí, bebí con calma, comenté la carrera con los voluntarios y saludé a José Luís Marcos de GAME Elche, al que no veía desde el Trail de Onil y que en ese avituallamiento iba a tomar el relevo al corredor escoba. Me despedí de él bromeando, comentando que no quería verle hasta la meta, que lo quería bien lejos de mí, y comencé la última subida.

Aquello no era la "subidita" que comentaban los voluntarios y corredores en el avituallamiento. Era un "subidón" en toda regla que se pegaba bien a las piernas y que costó lo que no está escrito superar, pero los ánimos estaban en todo lo alto y ver los bloques de piedra característicos de la cima en Pla de la Casa me animó.
El segundo ascenso estaba completado, por fin, aunque estaba mucho más cansado de lo que esperaba. Al menos, me decía, el medio maratón había pasado según lo que más o menos pensaba, 3:30-40, lo que, de poder hacer una segunda mitad igual, me dejaría en un tiempo más que bueno.





El primer tramo del descenso no era muy cómodo y el tobillo, que no protestó mucho en la subida, ahora se veía obligado a acomodar la pisada y volvía a quejarse. No era doloroso, pero volvía a obligarme a bajar con cuidado, por miedo a doblarlo de nuevo y jugarme una lesión más grave.

El calor apretaba de lo lindo y mi cabeza empezaba a darle vueltas al hecho de haber bebido agua que no se anunciaba expresamente en ningún sitio como potable. ¿La sensación de carga de mi cabeza era del calor o el agua no era potable y era inicio de fiebre? Dejé los pensamientos hipocondriacos a un lado para preocuparme por bajar con cuidado.
Nos cruzábamos ya con corredores de la media y senderistas y pude saludar a Pili, que me preguntaba si Ale y Sera iban muy por delante de mí o detrás. Le informé de mi bajón físico y de que ellos habían pasado por allí como mínimo 30' antes que yo y me despedí de ella tratando de bajar lo más rápido que permitían el terreno y mi miedo a pisar mal.

Volví a quedarme solo, sin corredores ni balizas a la vista, cuando el camino se volvió algo más cómodo, y descubrí que, en llano, en pista bastante corrible, mis piernas no me permitían ni trotar con algo de continuidad. Estaba muy cansado. Demasiado.




En un cruce apareció un voluntario que me informó que al final de la bajada había una fuente para refrescarnos, punto que grabé en mi cabeza como meta volante a superar.
El calor era sofocante, necesitaba caminar incluso en llano y no veía a nadie. Había muchos km de bajada todavía hasta llegar a la altura de Facheca y girar hacia Famorca, último gran avituallamiento antes de la 3ª subida dura del recorrido.

Me di algún relevo con otro corredor que me alcanzó y traté de seguirle el ritmo, pero no fue posible.
Llegué a la fuente, un pequeño salto de agua en un lado del camino en el que pude mojar la gorra y refrescarme, y seguí bajando en solitario. En el fondo, en el subconsciente, hacía tiempo que se iba forjando la idea del abandono, pero en aquel punto, cuando ni siquiera parando, refrescando la cabeza, era posible trotar en terreno firme, con perfil favorable, la retirada en Famorca era una opción cuya probabilidad de cumplirse ganaba fuerzas por momentos.

Cerca de Facheca cogía por fin una pista de cemento que conocía de mi paso por allí en el Trail del Vall de Seta. Cuesta abajo o llana, cómoda, debía ser un camino fácil para recomponerme y llegar con ánimo a Famorca, según me había planificado la carrera antes de empezar, pero la realidad era bien distinta.

Tenía que andar incluso llaneando. Cuesta abajo también notaba las piernas de plomo. Me alcanzó José A. Torregrosa de A To Trapo y junto a su compañero comenté lo mal que lo llevaba y por primera vez lo dije en voz alta. Me iba a retirar.
Me animó, me invitó a seguirlos al trote suave aprovechando una larga bajada, pero esto no hizo más que confirmar mi lamentable estado de forma. No podía seguirlos ni trotando cuesta abajo.



Llegué al avituallamiento de Famorca, casi con 30km en las piernas, y vi a mi acompañante en el último tramo de bajada sentado en la acera. También estaba allí Alex de Apolana, que se había caído en algún tramo de la carrera y que tenía problemas físicos y abandonaba allí.  Mi compañero de agonía en el descenso de Pla de la Casa, sobre la acera, también decidía abandonar.

Yo, comí, bebí, me senté en un banco del parque, y me di tiempo. Todos me animaban a seguir, pero ahí sentado, viendo (y conociéndolo, por mi paso por Vall de Seta) lo que había por delante, ya había tomado mi decisión. El largo descanso allí no mejoraba para nada el estado de vacío de mis piernas. Tal vez podría subir la tremenda hostia de desnivel que es el ascenso a Mallada del Llop desde allí, casi 800m en muy poco recorrido, pero notaba el corazón a mil por hora y estaba seguro que las piernas no aguantarían una bajada mínimamente técnica, si apenas podía correr o andar en terreno firme y llano o con perfil favorable.

Kiko de 15 Cumbres se encargaba de recogernos allí en el furgón de retirada y, una vez pasado el corredor escoba (cuánto me dolió volver a ver a José L. Marcos de GAME, cerrando la carrera como escoba de la organización, aunque me animara a seguir), la retirada fue una realidad y los 3 retirados allí volvíamos en furgoneta a Confrides, poniendo fin a la carrera y firmando de esta manera mi primer abandono en competición, ya sea de asfalto, montaña o nadando en piscina o aguas abiertas.


Los 3 retirados, camino al avituallamiento,
en mi caso ni dorsal ya puesto...

En la meta pude saludar a Ale (tiempazo, amigo) y Pili, Miguel Navarro (carrerón) y comer algo, pero solo quería marcharme a la ducha y despejarme así que no esperé a Sera (menudo tiempazo hizo, para ir reservando) y me fui a casa.

Estaba bastante mejor de lo que esperaba, mentalmente al menos. El sufrimiento constante desde el km 10 no tenía sentido prolongarlo más. El bajón psicológico llegó por la noche y al día siguiente, mitigado un poco por coincidir con mi 45 cumpleaños.
Hoy, en frío, y con calma, creo que toca hacer autocrítica y tomar nota de qué pudo fallar para no repetirlo y mejorar en el futuro:
  • Falta de entrenamiento: "Pero, ¡si todos los domingos te metías más de 25km! Incluso tiradas de 30 o 33km y salidas de 5h o más" Sí, pero entre semana no ha habido, creo, suficientes km y desnivel. Mi entrenamiento valdría para alguien como mi gran amigo y compañero durante este camino, Rafa (gracias mil por todo y enhorabuena por tus 101 de Ronda), con un rodaje y experiencia acumulados que no tienen nada que ver con los míos. Yo, debí hacer algo más de lunes a viernes, estoy seguro
  • No todo vale en la dieta la semana previa o la noche anterior. Creo que para algo tan duro como un maratón de montaña la alimentación debe cuidarse mucho más. Debía llegar más cerca de mi estado de forma y buena alimentación de mi subida al Veleta, por ejemplo, de lo que lo hice para Confrides.
  • Exceso de equipaje: El miedo a quedarme sin líquido hizo que llenara demasiado la bolsa de agua de la mochila. No hacía falta tanta en absoluto, viendo el recorrido y los avituallamientos. Seguramente tampoco, a pesar del calor, la camiseta o calcetines de repuesto. Los geles y barritas podían ser muchos menos también.
  • Descanso: Entrené solo dos veces la semana previa, pero más por medio cumplir que por notarme bien haciéndolo. Incluso en salidas de 30' las piernas no iban frescas. No supe parar a tiempo.
  • Mala elección para debutante: Si a todo lo anterior sumamos la dureza de este maratón y el calor (y eso que esta edición es menos calurosa que la anterior, dicen), seguramente elegir Confrides para estrenarse no era la mejor elección.

Ahora mismo no soy capaz de plantearme ningún reto similar. Solo pienso en descansar, hacer carreras que me gusten sin objetivos de tiempos, distancias o desniveles. No me apetece lo más mínimo pensar en repetir algo parecido a lo que dejo atrás. Quién sabe. Tal vez para noviembre pueda ponerme un reto nuevo. Asoma en el horizonte, por ejemplo, un viaje con los amigos para maratón asfaltero fuera de España y creo que podría gustarme y me pondría con ello, aunque fuera en modo finisher, sin pensar en tiempos. Tal vez también Costa Blanca Trails, por suponer una pequeña venganza contra este maratón fallido, intentando de nuevo la distancia, pero aquí al lado de Casa, en Finestrat, al fresco de noviembre, mejor preparado. A saber.



Tengo claro que habrá revancha de Confrides. Mi cabeza, aunque me duele la retirada de este año, me pide a gritos volver allí y enfrentarme de nuevo con aquel recorrido algún día. Volveré, pero ahora mismo, no veo ni quiero ver nada más allá de las próximas carreras. Xosses de Crevillent el 5 de junio, típicas veraniegas como subida a Orito, subida al Santuario de Novelda, incluso los 28km de La Sagra SkyRace en los que estoy inscrito, para septiembre, pero los grandes retos y su planificación creo que necesitan esperar unos días.

Gracias mil a los que me animaron en el camino y la meta, mis queridos Rafa, Sera, Gal durante la carrera con los mensajes de audio en WhatsApp, mi familia después, la gente de A To Trapo durante la carrera (gracias, José A.), seguramente me habría retirado en Quatretondeta y no en Famorca, con casi 30km ya hechos, si no fuera por vosotros.

Ahora, a despejarse, a disfrutar sin pretensiones y el tiempo dirá qué camino seguiré. Lo principal, la salud (el tobillo no parece tener nada serio), lo tengo todavía, que no es poco. Todo sucede por algún motivo, estoy seguro, y de esto saldré fortalecido. Una hostia moral de este tipo debe ser una lección, no una derrota.

Veremos por dónde sale todo esto y cuál es el próximo objetivo.
Gracias por leerme hasta aquí. Nos volvemos a leer en breve.
Cuidaos.

Comentarios

  1. He sufrido leyéndote. Me he puesto en tu lugar y hubiera hecho lo mismo. Una torcedura en un terreno tan técnico... hace que no puedas disfrutar plenamente de la experiencia y este reto se merece hacerlo con una sonrisa. Mucho ánimo y no te preocupes ya que hay que tener cabeza. Esto lo hacemos por ocio y para disfrutar. Tu sabes mejor que nadie de tu preparación y yo personalmente creo que estabas muy entrenado así que no creo que haya sido eso. De todas formas días malos siempre pueden salir y cuando hablamos de larga distancia pues ojo con esos días. Un abrazo crack. En breve te desquitas ;) Nos veremos pronto, Orito o Novelda tienen posibilidades. Descansa Jordi!

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    Respuestas
    1. Gracias por pasarte por aquí y por los ánimos. Me doy unos días de descanso para tomar aire y... a seguir!! nos vemos en breve, seguro :)

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