TRAIL MOIXENT 22K 2023
En este 2023, de cara al primer gran reto del año, el maratón de Benasque en junio, he decidido reducir la cantidad de carreras a las que me apunto, ya que me cuesta controlar el "efecto dorsal", termino apretando más de lo debido y eso condiciona el resto de la semana. Con esta idea de correr una o dos carreras al mes, como mucho, la de febrero llegó en el último fin de semana del mes y nos llevó a Rafa, Ale y a mí a Moixent para correr la edición número once de su Trail, en la distancia de 22km y 1200md+ Rafa y yo, y el sprint de 12km Ale, recuperándose poco a poco de su lesión.
No empezaría bien del todo la cosa la mañana del domingo. Al madrugón para llegar con tiempo a Moixent (más de 1h de viaje), había que sumarle el clima helado y viento que parecía que nos acompañarían esa mañana. Costaba salir del bar en el que nos refugiamos 1h antes de la carrera, abrigados y con café y desayuno en mano, hasta que media hora antes tocó quitarse capas de ropa y preparase para la salida.
Las salidas de las dos carreras se darían con media hora de separación, empezando antes la carrera larga. Si la suma de los participantes de las dos pruebas apenas llegaba a 200, empezando solo nosotros, los del medio maratón, era fácil adivinar que no éramos allí más de 100-120 personas cuando aquello arrancó.
Rafa decidía dejar los bastones a Ale en el último momento y correr sin ellos, viendo que prácticamente nadie los llevaba y que tal vez no eran necesarios. Yo, llevándolos plegados en la mochila, decidí (acertadamente, vería después), conservarlos, ya que no me estorbaban demasiado.
Salimos con rapidez por las calles de Moixent en unos primeros metros de asfalto que permitían correr ligeros y estirar el pelotón. Callejeábamos un poco con un ascenso que ya picaba con tan poca carrera en las patas y el nulo calentamiento que realicé y enseguida cogíamos camino de montaña estrecho en dirección a las antenas del Pico del Pedregal. Era casi imposible subir de otra forma que no fuera en fila de uno, pero no iba mal situado y la velocidad de mi grupo la sentía ajustada a mis fuerzas en ese momento.
El camino tenía unas vistas despejadas de Moixent a la izquierda que permitían distraerse y no hacer mucho caso a una inesperada y demasiado temprana sensación de cansancio y carga muscular, sobre todo en los cuádriceps de la pierna derecha, cerca de la rodilla. Ya entraría en calor, pensaba (equivocadamente) y mejoraría.
Allá por el km 2.5 la subida daba un pequeño respiro, el camino se ensanchaba y permitía adelantar. Aceleré para encontrar el que pensaba que era mi sitio en la carrera, por pista amplia y despejada, y en un giro a la izquierda rápidamente volvíamos a camino estrecho, verde y húmedo, la Senda del Vértigo que llaman, nada vertiginosa en realidad y muy agradable de correr, de nuevo con un paisaje a la izquierda que ayudaba a sobrellevar el esfuerzo.
5km en las piernas y ya terminaba la primera gran subida del circuito, por el mirador del pedregal. Había subido rápido y según recordaba haber visto en el perfil del circuito y su altimetría tocaba afrontar una bajada cómoda de unos 2km y medio. Seguía negándome a hacer caso a las malas sensaciones de las piernas y unas pulsaciones más altas de lo normal, un conjunto de síntomas que ya debían haberme puesto en alerta y haberme llevado a la decisión de bajar la marcha, pero seguía empeñado en correr rápido.
El recorrido invitaba a hacerlo, con una bajada estrecha a la sombra, entre mucha vegetación, nada técnica, que disfruté muchísimo, siendo espectador muchos metros de la lucha por la 5-6ª posición femenina entre dos corredoras que iban dándose relevos hasta que una de ellas tomó la delantera, siendo mucho mejor en bajadas que la otra. Llegábamos a un tramo de pista amplia y sin dificultad que ayudaba a seguir ganando velocidad cuesta abajo, viendo ritmos de 4:45/km, hasta que la pendiente se suavizó y tocó empezar de nuevo una suave subida en la que me alcanzó Rafa, con el que comenté y asumí por primera vez mis malas sensaciones. Ni 10km y algo me decía que me estaba desgastando demasiado rápido.
Hablando con mi amigo tomamos la que creo que llaman senda de la solana de Remongil, subiendo poco a poco, con facilidad técnica primero y después, con menos pendiente, por un terreno que hacía cada vez más difícil correr. Entre mi flojera y torpeza técnica y el buen estado de forma de Rafa y su experiencia en aquel terreno, lo vi alejarse poco a poco mientras yo me esforzaba en no pisar mal y torcerme un tobillo, alcanzando el final de aquella pequeña subida e iniciando un descenso cada vez más técnico y vertical con las vistas del paraje del Bosquet a nuestra izquierda.
Aquello se complicaba tanto que no sobraban en absoluto las cuerdas y pasamanos que había en la zona, por la Escala de la Donzella, para bajar hasta la pista que nos llevaría hasta el embalse del Bosquet y su avituallamiento, donde Rafa reponía con calma y me esperaba.
Comí, bebí, rellené bidones y arranqué de nuevo con Rafa, rodeando el pequeño embalse y sintiendo más que nunca que ahí, a mitad de carrera, con unos 10.5km en las piernas, la segunda mitad del circuito iba a ser un infierno. Recuperábamos unos 200m de altura en apenas 800m de camino, hacia la cresta de la Atalaia, y bendije el momento en que decidí no dejar los palos en la salida. Desplegué los bastones para subir cerca de Rafa, que sin ellos tiraba para arriba sin esfuerzo, mientras yo iba consumiendo a todo trapo las pocas energías que me quedaban, sintiéndome cada vez más y más flojo. En los primeros 500m de cresteo, ya en la parte más alta de aquel tramo, el terreno volvía a ser muy técnico y entre mi cansancio y el increíble momento de forma de Rafa fui quedándome cada vez más atrás hasta correr solo.
Un giro a izquierda hacia Casa Pitxó bajaba primero por zonas técnicas que volvían a frenarme y después nos dejaba en pista cómoda y en bajada que, en otras condiciones, sería corrible a buen ritmo, ganando minutos al crono por los que se perdieran en zonas no correderas, pero que en aquel punto de la carrera y en mi cada vez peor estado yo aproveché para simplemente dejarme caer y tratar de recuperar fuerzas.
Esos dos km de pista solitaria, bajando por el Barranc del Xorrillo, lejos de permitirme recuperar el aliento y darme moral, terminaron de hundirme. No me recomponía, el paisaje se volvía monótono, corría prácticamente solo y la sensación de vacío, yendo cuesta abajo, con más de 7 km por delante y sabiendo que todavía tenía que sumar unos 400m de desnivel de los 1200 totales, acabé de reventar física y mentalmente.
El avituallamiento del km 16 me lo tomé con mucha calma. Comí despacio, bebí mucho, repuse los bidones de agua al máximo (hacía frío en el arranque, pero a esas alturas y en aquella zona yo ya tenía calor) y me lancé decidido a darlo todo hasta la meta, a pesar de las malísimas sensaciones.
Mis buenos propósitos duraron unos 100m, cuando en un giro de 90 grados a la derecha cogíamos un camino de más de km y medio que subía sin piedad en terreno técnico de nuevo hasta la cresta de la Sierra de la Atalaia. Aquello pudo conmigo. La carrera para mí terminaba mí allí y ya solo aspiraba desde aquel momento a llegar como fuera, caminando incluso, hasta la meta. Los bastones fueron mi salvación, otra vez, para quitar carga a las piernas e iniciar un lastimero ascenso por la que seguramente fue la subida más dura del circuito para mí. Casi al final del ascenso un voluntario alargaba su mano para ayudarnos superar un paso algo complicado. Pensé que tal vez a partir de ahí el resto del camino sería fácil, pero me equivocaba. El voluntario comentaba "ahora un poco de cresteo, una bajada y al pueblo. En 40'-50' lo tenéis" ¡¿40 o 50 minutos!?, pensé. ¿Tanto? Yo, que viendo la rapidez con la que había pasado la primera mitad me imaginaba un tiempo final inferior a 3h, en ese momento hacía cálculos y tenía claro que no terminaría antes de 3h y 15'... No ayudaba a sentirse mejor, en absoluto, el cresteo tan técnico y largo que encontrábamos. Imposible ni trotar, sin corredores a la vista.... Aquello era muy duro. Se hizo eterno, pero al final llegó el desvío hacia la izquierda, hacia Moixent, en el mismo punto en el que allá por el km 13 bajábamos hacia casa Pitxó. Teníamos por delante unos 3-4 km, pensé, prácticamente todos de bajada. El final estaba cerca, me dije, animándome.
El inicio del descenso era muy técnico y mi poca pericia destrepadora y la falta de fuerza hicieron que no tardara en ser adelantado por un grupo de corredoras que había dejado atrás en la primera mitad del circuito. Ir perdiendo puestos me iba minando moralmente, ayudando poco o nada a mejorar mi ánimo, ya bastante "tocado" desde hacía 1h. Cuando el terreno se volvió más fácil de correr gané algo de velocidad y remonté posiciones. Escuché a mi espalda a una joven corredora y su compañera comentar algo de una "última subida de la muerte". No pude evitar interesarme por la posible "mortalidad" de aquel ascenso final, a lo que respondieron, entre risas, que no era para tanto, que no me asustara. Algo me decía que, siendo corredoras locales, si la calificaban así, es que conocían bien el terreno y que aquello iba a picar.
Un último ascenso por pista agrícola, donde tomé un gel con cafeína porque dudaba ya de llegar vivo o no llegar a la meta, aunque quedara 2km escasos, y bajábamos con comodidad hacia el barranco del Bosquet. Volvía a ponerme al paso de la joven local que comentó aquello de la subida de la muerte metros atrás y me señalaba mientras descendíamos la zona a la que se refería. A nuestra izquierda ya se podía ver la subida y se confirmaba que el regalito de más de 200 de ascenso no iba a ser ninguna broma.
Pasábamos por un túnel y tocaba afrontar el último tramo difícil de la carrera, la subida hacia la Torre de Coloms, breve, pero intensa. Subiendo, intenté mantener el ritmo de mi acompañante mogentina, comentando, medio en broma medio en serio, que aquello sí que "era para tanto", algo que admitió mientras se alejaba hacia lo alto de aquel último pico del circuito.
Al fin, al pie de la Torre, acababan los repechos malditos y tocaba dirigirse a las calles de Moixent, primero por unas escaleras estrechas y con caída peligrosa a ambos lados, donde flaquear un poco en un peldaño podía ser doloroso cayendo, y después por otras escaleras más amplias y cómodas, hasta tocar el asfalto del casco urbano.
Todavía habría un último repecho callejeando en el que, aunque me negué a caminar al principio, no pude evitar echar andar, sin fuerzas ya. Pasada esa cuesta, todavía giraríamos unas cuantas veces más por calles estrechas hasta escuchar la megafonía y tener al fin la meta a la vista en la Plaza Mayor.
Paraba el reloj en 3:20:23 (¿sub.3h? ¡juas!), posición 104 entre 133 participantes (sí que fuimos pocos, sí...), 47 de 58 en mi categoría. De mis peores clasificaciones en mucho tiempo. Allí estaban ya Rafa, hacía 10 minutazos, que con ese marcón dejaba claro lo bien que empieza la temporada y lo suicida que es intentar correr a su paso (así me fue, por intentar seguirle a la salida del embalse) y Ale, que terminó con buenas sensaciones su vuelta a la carrera.
Bebí agua y refresco recuperando líquido y glucosa como una esponja y no pude tomar ni la paella, ni gacha miga ni cocas que anunciaban pues la organización permitió el acceso libre a la zona y los corredores y, sobre todo, no corredores, agotaron las reservas de todo antes de que yo llegara, aunque lo único que quería a esas alturas de la mañana era marcharme y olvidar una jornada en la que tocaba aprender las lecciones que daba la carrera.
Aunque había descansado los dos días previos, creo que las horas de sueño no fueron las suficientes ni de calidad. La alimentación creo que sigue siendo mi talón de Aquiles este año y las 24-48h anteriores fueron un desastre en ese sentido. El arranque de la carrera fue demasiado rápido, sin duda, y no escuchar al cuerpo o, lo que es peor, ignorar cuando, por lo que sea, las patas y corazón dicen NO, es un grave error. Tratar de seguir a alguien que va más fuerte que tú, que está más en forma y que es mejor corredor, especialmente en las bajadas, como mi amigo Rafa, solo por no querer correr en solitario, también es para hacérselo mirar. Por último, tener el track de la carrera disponible, haberlo revisado varias veces y, a pesar de todo, fliparse en la primera mitad sin tener en cuenta la segunda, tampoco es lo más acertado.
Lástima, porque la carrera, regulando bien y con sensaciones mínimamente buenas, sería muy disfrutable y podría darse infinitamente mejor de lo que lo hizo. Recorrido bonito en casi su totalidad, quitando algunos tramos largos y aburridos de pista amplia, bien montado, con voluntarios y avituallamientos suficientes.... Controlando el acceso al avituallamiento final y con más aseos públicos disponibles (esto lo he leído después, que fue un problema, aunque yo no lo necesité), tiene todo para volver. Yo, creo que lo haré, solo para quitarme el mal sabor de boca de mi primera participación allí.
Ahora toca seguir preparando Benasque, con la siguiente carrera mensual a la vista ya a finales de marzo, los 25km del Trail de Onil. Me sigo sintiendo fuera de forma, lento, pesadísimo y lejos de lo que fui hasta noviembre del año pasado, pero quiero pensar que hay tiempo para seguir preparando el maratón de junio, ganar confianza, mejorar el estado de forma y cambiar el pesimismo actual por sentimientos si no más optimistas, al menos no tan negativos o más objetivos. No empieza bien del todo la cosa, pero confío en recomponerme y llegar bien a junio.
Os cuento cómo va todo en la próxima entrada del blog.
Cuidaos.
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