OCEANMAN BENIDORM 2019


El aplazamiento del Oceanman de Benidorm de octubre por las malas condiciones climatológicas de aquella semana situó muy bien esa travesía en el calendario para mi preparación de la Travesía de Santa Faz, la semana anterior al gran reto de la temporada que llega por fin el próximo domingo. Gracias a este cambio he tenido la oportunidad de ponerme a prueba siete días antes del objetivo de la temporada y conseguir hacer una tirada larga en el mar para ver en qué estado llego al día cinco de mayo, ya que no había salido más de 4km en aguas abiertas hasta el pasado fin de semana.
El sábado tocaba madrugón para reunirme con Pascal y compartir coche camino a la cala de Mal Pas en Benidorm. No eran ni las seis de la mañana y ya estaba en pie preparando todo, dándole vueltas a la cabeza. ¿Cómo afrontar la travesía de esa mañana? ¿Acumular metros sin más? ¿Competirla a tope y arriesgarme a reventar a medio camino como en Tabarca - Santa Pola 2017, quedándome tocado moralmente para la próxima semana?



Compartí mis dudas con Pascal, con más experiencia que yo en estas distancias, mientras recogíamos el gorro y el chip en la zona de meta de la travesía. Al menos el clima acompañaba, pensé, mientras disfrutaba de las vistas de la Isla de Benidorm desde la cala, con un mar casi plato y una temperatura más propia de junio que de primavera.




Vista aérea de la costa y la isla de Benidorm, salida de la travesía.
Objetivo: rodear la isla y nadar hacia la playa...

Mientras nos preparábamos para coger el barco que nos llevaría a la isla pude saludar a Román, compañero de competiciones en piscina y uno de los fotógrafos oficiales aquella mañana, a nadadores de CD Finisher, a David Gallego, Sonsoles, Maribel, Ana... Como en las carreras populares, en las travesías también sucede que acabas conociendo a la mayoría de los habituales y el ambientillo es igual de sano ¡Bendito deporte!

Preparándonos.
Después de la salida del Oceanman de casi 10km llegaba el turno de mi travesía. Una vez revisado el material que llevaba conmigo, comprobando que había guardado dentro de la boya gorro y gafas de repuesto por si en el momento de echarse al mar algo se rompía y agua por si se hacía demasiado larga y calurosa la travesía, embarcábamos hacia la isla.
Mientras hablábamos con Ana y Sonsoles viendo a los nadadores dirigirse hacia el islote, con los ganadores ya muy distanciados del resto del grupo, seguía sin tener claro qué hacer. Estaba nervioso, como si fuera la primera vez que me enfrentara a tantos metros (no nadaba más de 5900 desde Tabarca Santa Pola u Oceanman Tabarca, ambos en 2017) Llegaba entrenado y en teoría debía poder con la distancia, pero esa mezcla de nerviosismo e ilusión podía jugármela si me dejaba llevar al principio de la travesía y salía demasiado rápido.

Sin tener todavía nada decidido llegamos a la isla, esperamos al segundo barco con el resto de participantes y después de atender las explicaciones de la organización sobre cómo seguir el trazado correcto del recorrido llegó el momento de echarse al agua. El cambio de temperatura fue más brusco de lo esperado. No contaba con un mar tan frío en estas fechas y en los primeros minutos me agobié un poco, con el corazón latiendo desbocado por el estrés y el frío repentino.
La salida se daba con los nadadores detrás de la línea imaginaria que unía dos boyas. Aproveché que todavía faltaban muchos participantes por entrar al agua para calentar un poco y acostumbrar la cara y la cabeza al frío sumergiéndome unos segundos. Así, conseguí reducir el nivel de ansiedad, la piel que quedaba al descubierto sin neopreno ni gorro se fue acostumbrando al frío y al fin me tranquilicé. Decidí dar la vuelta a la isla con mucha calma, sin forzar, y después de rodearla, ya en línea recta hacia la playa, valorar si era posible acelerar un poco, en el avituallamiento que decían que habría justo en ese punto, al terminar de rodear una isla que desde el agua no parecía tan pequeña como sobre el mapa.


El final de una cuenta atrás del organizador indicaba el comienzo de la travesía. Una pequeña línea de boyas blancas marcaba el camino hacia la primera de las 9 boyas amarillas en forma de cono que debían guiarnos rodeando la isla. Al haber salido muy atrasado en el grupo no tuve problemas de golpes ni agobios y pude llegar tranquilamente, sin desvíos, a la primera de las boyas cónicas.

Nadaba con comodidad, mientras iniciábamos la vuelta. No se veía nada bajo el agua, muy turbia, y siendo unos 150 nadadores aproximadamente, pensé, en breve tocaría nadar en solitario y sin mucho con lo que entretenerme, visualmente al menos.
Me centré en ir cerrando etapas cortas. Boya a boya. Tuve claro, además, que no debía mirar el reloj aquella mañana. No necesitaba presión extra, nada que me desconcentrara.

Inicio de la travesía



El primer cuarto de vuelta pasó rápido, pendiente de no desviarme (imposible, gracias a lo bien señalizado que estuvo todo durante el recorrido) y de ir siguiendo y tratando de superar a nadadores que iban a un ritmo algo más lento que el mío. Respirando con más frecuencia a la izquierda, siempre con la isla a la vista, cuando al fin se vio a lo lejos la costa de Benidorm pensé que el giro ya estaba casi completado, pero me equivoqué. Rodearíamos la isla a muchos metros de distancia, y las boyas del último cuarto de giro parecían llevarnos demasiado lejos, hacia el norte, dando la impresión de que el final de la vuelta no acababa nunca.

Cuando ya empezaba a impacientarme esperando ver la primera de las boyas rojas, que debía indicarnos el último giro y el inicio del camino a la playa, pude ver el barco del avituallamiento y, junto a él, la esperada primera boya no amarilla. No me sentía especialmente sediento o justo de energías, pero con tantos metros por delante todavía sabía que era necesario beber, aunque llevara agua y gel en mi boya. Esperaba plátanos o fruta, algo sólido, pero solo daban geles. Me la jugué (mi estómago no se lleva bien con las novedades en este sentido) y tomé el que me dio la organización, bebí agua y hablé unos segundos con Pascal, que había llegado hacía muy poco tiempo antes que yo, comentándole lo bien que me encontraba.

Decidí que el planteamiento de la travesía era el correcto. Estaba animadísimo, aquella parada breve me había despejado y el agua y el gel me hacían sentir muy bien. Ver que estaba en la misma posición que Pascal, experto en travesías largas a muy buen ritmo siempre, despertó mi espíritu competitivo. ¿Y si podía seguir su ritmo o, tal vez, acelerar un poco más?

Con la segunda boya roja a la vista salí muy motivado, dispuesto a hacer los casi 4000m que tenía por delante lo más rápido posible. Nadaba prácticamente solo, pero quería pensar que siguiendo las boyas estaba haciendo lo correcto, que no se habían movido y que no me estaba equivocando en el recorrido.
El cuerpo respondía sin mucha dificultad y podía permitirme patear con algo más de frecuencia, sin resentirme demasiado, ganando velocidad. Las boyas estaban a la distancia justa para ser vistas sin mucho esfuerzo levantando un poco la vista cada seis brazadas aproximadamente. Resistí la tentación de mirar el reloj, pero sabía que el primer kilómetro después del avituallamiento había sido muy rápido. Todo iba mejor de lo previsto y había fuerzas para seguir así muchos más metros.

La costa, por fin, apareció más cercana que nunca en el horizonte, aunque seguramente todavía quedaban casi dos kilómetros. Aceleré un poco más durante quinientos metros, empezando (ya tocaba) a notar algo de cansancio y pesadez en los hombros y sintiendo en la zona de los omóplatos unas rozaduras del neopreno que nunca había tenido antes. Alejé rápidamente cualquier pensamiento negativo como hice en las anteriores travesías largas, cantando mentalmente mientras seguía nadando la primera letra que me venía a la cabeza (y que por motivos que desconozco siempre ha sido en estos casos alguna de Loquillo. Misterios del cerebro humano) ¿Algún nadador/a en la sala que me diga que no estoy loco y que él/ella también hace cosas así cuando va nadando solo mucho tiempo, para evadirse si no se ve absolutamente nada bajo el agua y flojea mental o físicamente?

Siguiendo con la estrategia mental de conseguir metas cortas, ir boya a boya, conseguí no perder la concentración, aunque viendo a algunos nadadores aislados como yo, demasiado separados de la línea de boyas, a la derecha, llegué a pensar que tal vez ellos habían recibido indicaciones que yo desconocía y que el camino correcto podría ser el suyo y no el mío.

Tuve un momento de duda al ver una boya roja demasiado separada a mi izquierda, muy cerca ya de la playa. Busqué alguna embarcación que me confirmara que esa boya no formaba parte de mi recorrido y sí la que tenía a 300m delante de mí. Una vez confirmado que mi camino era el correcto, algo que hizo seguramente que registrara mi parcial de 200m más lento de toda la travesía, aceleré por última vez. Escuchaba por fin la megafonía de la meta y el arco con el crono ya era visible en la arena. Aquello estaba a punto de terminar.

Me crucé con otro nadador y me sentí con fuerzas para adelantarlo, mientras esperaba ver la arena de la playa al alcance de mis manos. Cuando no fue posible dar más brazadas me puse en pie, con algo de miedo ante posibles mareos o rampas, pero no hubo ningún problema. No quise correr para no arriesgarme a una caída o posible torcedura de tobillo y, mirando el Garmin por primera vez en toda la travesía, me sorprendí al ver el tiempo, por debajo de las dos horas. ¡Qué rápido había pasado y qué amena se había hecho la competición!



Completaba la travesía en 1:53:55 oficiales y la clasificación me daba otra alegría más, dejándome ver mi nombre al principio de la segunda página de las tres disponibles, al terminar el 57 de 135 en la general, 16 de 37 en mi categoría, 50 entre 101 hombres (todos los datos y algo de estadística en Sportmaniacs ). Yo, que en mi primera travesía en el 2016, también de Oceanman, 2000m en Tabarca, esperaba no acabar el último (penúltimo fui), y que no hace tanto peleaba por no estar en el grupo de cola, completaba una travesía de 6km por encima de la media. Alucinaba. Aquello lo sentía como si fuera todo un éxito, como si hubiera ganado. Había que felicitarse, además, aparte de por el buen estado físico en el que llegué, también por la fortaleza mental durante toda la competición, aspecto muchísimo mejor gestionado aquella mañana respecto a otras travesías en las que me agobiaba con facilidad. ¡Qué gozada!




Pascal llegaba casi un minuto después (eres grande amigo, mil gracias por todo), lo que terminaba de confirmar mi inesperado buen estado de forma (no es fácil superarle en distancias largas, creedme) y me daba la confianza que faltaba de cara a la semana que viene. En el magnífico avituallamiento final, saludando a otros nadadores, a Ana que había tenido que abandonar nada más empezar (¡ánimo!), empecé a creerme, al fin, que en Santa Faz tal vez sí es posible cumplir con el objetivo, sobrevivir a 9000m de nado continuo, sin pensar en marcas ni ritmos.






Quién sabe. Puede que haya entrenado bien y la barbaridad de metros que hay por delante, empezar a nadar en el Postiguet y ponerse en pie de nuevo en la playa de San Juan después de 9km nadando, tal vez es posible. Parece que va siendo hora de empezar a creérselo, viendo los resultados de este sábado.

Quedan pocos entrenamientos antes del gran día. El trabajo está hecho y solo espero que el domingo el mar esté igual de bien que este fin de semana, que el cuerpo y la cabeza respondan de la misma manera que en Benidorm y que no haya nada roto (parece que no, aparte de las rozaduras en la espalda) después de la paliza del Oceanman. Parece, además, que he acertado eligiendo el grupo más lento de los cuatro posibles, ya que el siguiente obliga a nadar a un ritmo de 2'/100m los 9000m, algo posible, como he visto en esta última travesía, durante 6000, pero difícil de mantener durante 3000m más (no creo que pudiera estar una hora más a ese nivel)

Siendo no competitiva, con dos avituallamientos en los km 3 y 6, con reagrupaciones cada poco tiempo... Diría que sí se puede. No quiero llevarme una mala experiencia y por eso no me la juego en el siguiente grupo, pero tampoco querría sentir que ha sido "fácil". ¿qué pasará el próximo domingo? Sea como sea, solamente el hecho de poder completar la distancia ya será premio más que suficiente al entrenamiento que llevo acumulado.
La suerte está echada.

Os cuento cómo ha ido todo en la próxima entrada del blog.
Gracias por estar ahí.

Saludos.

Comentarios

  1. Brutal bicho, el entrenamiento duro del invierno se empieza a ver. Me parece inhumano 6000m por debajo de 2 horas, creo que has dado un salto de nivel.
    Sabes que te seguiré en Santa Faz amic

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    Respuestas
    1. Gracias Gal :) Las sensaciones son muy buenas, la verdad. No me esperaba estar tan bien la semana anterior a Santa Faz. A ver cómo termina el camino que empecé en invierno

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